La Laguna de los Recuerdos #1

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—Hola, Elizabeth— se acerca a mí una señorita. —¿Por qué no estas abajo con las demás niñas despidiendo a tu compañera?

La miro detalladamente, su sonrisa con sus ojos verdes saltones que hace que me dé más miedo su personalidad. Sus manos inquietas que se la pasa moviendo sus dedos arriban abajo sin cesar. Su cercanía me incomoda. Pero me mantengo concentrada a la ventana viendo quienes salen y quienes llegan. Como unas niñas tienen más suerte que otras.

Veo como todas las niñas de la casa hogar se despiden de una que va tomada de la mano de una joven mujer. Voltea para seguir despidiéndose de las demás que se quedan aquí. No recuerdo su nombre, ni las que se quedan aquí, ni de la señorita que está enfrente de mí. No me interesa saber sus nombres. Solo quiero ver a mis papás. Espero con ansias que alguno de los que cruzan aquella valla, sean mis padres e ir corriendo a sus brazos. Pero tampoco recuerdo como son. No me apetece saber quiénes son estas personas, solo quiero saber dónde están mis papás. Me dicen que mis papás me quieren mucho pero que ellos no pueden venir por mí. Que ellos están en el cielo y que ellos esperan que otra familia pueda cuidar de mí mientras que ellos regresen. ¿Mis papás serán astronautas para que estén en el cielo?. Eso lo leí en un libro de los estantes de libros que están en la área de juego. Entonces ¿Por qué no llevarme con ellos?

—Mira la hora, debemos de llevarte con la doctora. Me acompañas—me tiende la mano pero me niego a aceptarla, camino hacia la puerta y me quedo junta a ella hasta que la señorita abra y nos permita salir.

Recorremos los pasillos hasta llegar a una puerta similar a la que salimos.

—Hola, Elizabeth—toma asiento en el enorme silla enfrente de su escritorio. —¿Cómo estás? —no digo nada.

—¿ya tienes amigos? —no vuelvo a contestar mantengo mi mirada hacia afuera. Ella saca unas tarjetas y pone una sobre mí. Que pregunta cuantos años tengo. Y yo le enseño mis cinco dedos de mi mano y un dedo de la otra.

—¿y que ves, aquí? — me enseña una de un niño con un pastel y abajo pregunta cuando es mi cumpleaños. Pero yo no recuerdo que es eso. Ella anota eso su celular o esa cosa que tiene en sus manos que sale luz.

—¿te gusto lo que te dieron de cenar anoche? —muevo la cabeza arriba y abajo. —me lo podrías dibujar.

Tardo un poco en recordar con claridad que es lo que comi y lo dibujo. Hace más actividades que la verdad no se para que sirven.

Ella se voltea para sacar algo de su bolsa y en su mueble detrás de ella, alcanzo a ver una pequeña caja de cereal. Con un perico en la caja. Ese perico azul me llama la atención y el cereal se me hace conocido.

—Ten —volteo a verla y ella sigue mi mirada de antes. —¿te gustan?—asiento con alegría. —Toma— me da la caja y le sonrio.

Salgo de la oficina y aguardo detrás de esta para que me recojan. Abro la caja y saco la pequeña bolsa transparente con aritos de colores. Camino unos pasos al inquietarme estar parada ahí mientras trato de abrir la bolsa donde contiene el cereal. Le doy un jalon a la bolsa para abrir y los aritos de colores salen esparcidos por el suelo. Me agacho para recogerlos y algunos los voy echando en la cajita y otros me los voy comiendo. Me arrastro para recoger todos los aritos de colores. Me detengo cuando unos zapatos negros aplastan algunos de mis aritos. Miro hacia arriba con mi frente arrugada molesta que hayan aplastado mis aritos de colores. Sigo comiendo los aritos tranquilamente.

—el polvo le ha de dar sabor ¿no? —se pone en cuclillas el señor que mato a mis aritos. Miro unos segundos y recojo los que me faltan y los pongo en mi cajita.

—Hola, ¿Cómo te llamas? —me pregunta el extraño señor. —¿puedo? —trata de acercarse a mi pero retrocedo.

—Elizabeth, debes esperar a que alguien venga por ti— llega la señorita de ojos saltones. Escondo la caja detrás de mi. poniéndome de pie.

No Confies En NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora