13. Sueño Profundo

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Regreso a casa muy enfada, que se creía eh, solo me saco así sin más, demandando que me fuera. En serio a veces no lo entiendo.

—Alístate iras a Rowden—me informa mi padre al verme y sigue atendiendo su llamada.

¿Ahora a que voy a Rowden? Hace poco acabo de ir

Veo a mi padre salir, vaya que bueno que estoy lista. Lo sigo y entramos al auto. El aun habla por teléfono me mira hecha un vistazo y con una señal hace que Sebastián conduzca.

Rowden... tan solo pensarlo me da escalofríos. Rowden es una clínica que se especializa es diferentes ramas, como es la psiquiatría, pediatría, aftamologos, entre otros muchos más.

Al llegar Sebastian se aparca y me abre la puerta pero yo no bajo al ver que mi padre sigue con su teléfono arreglando no se que cosa de la empresa. No se ha que vine asi que yo no bajare hasta que me lo expliquen.

—te esperan en la recepción— es lo único que dice y me da una mirada severa indicándome que no tiene tiempo y baje.

Bajo del auto y contemplo el gran edificio.

¿Por qué volver ha este lugar? Mis costillas están en perfectas condiciones, ya han pasado seis meses...desde el accidente...

Me acerco a la recepción principal y antes de poder articular palabra alguna la señorita sentada detrás vestíbulo habla.

—tu debes ser Elizabeth— pregunta pero se escucha mas como una afirmación, asiento con la cabeza—Bien, el Doctor Harries te espera en el piso 44— me dice señalando el ascensor

Como va avanzando el ascensor se va llenando y se vacía, así consecutivamente, mientras yo las cuento...

Tres adultos y dos niños, se bajan un adulto y un niño, en la siguiente se suben dos adultos y no bajan nadie. La que sigue bajan dos adultos y sube un médico y unas tres enfermeras. Bajan las dos enfermeras y dos adultos.

Asi se va el ascensor, mientras yo me muero de aburrimiento pero algo llama mi atención. El niño que subió al principio, me percato que se esconde del doctor y es cuando me doy cuenta que debajo de su sudadera azul trae puesto una bata de hospital.

El chico alza la mirada, miro hacia arriba viendo en que piso me encuentro y para mi sorpresa solo me falta un piso más por subir.

Se abren las puertas, recorro el largo pasillo blanco con franjas azul palido—eso me hace recordar al niño del ascensor—, con muchas puertas que te dirigen a diferentes pacientes. En este piso, es como tipo hospital y también hacen chequeos médicos—donde reciben pacientes no tan graves y de los que apenas están en recuperación—. Me detengo enfrente de una puerta plateada donde tiene una placa que dice "Dr. Harries" escrito en dorado. Arriba de esto hay una especie de mirrilla pero este me escanea el rostro y dice "Paciente Elizabeth lleva retraso de 10 minutos. El doctor Harries la espera" y al fin me da permiso de entrar.

—Toma asiento— me dice el doctor al entrar.

—Muy bien—revisa mi historial medico— ¿Cómo has estado? — pregunta observándome.

—Bien—respondo.

— ¿No habido molestias?

Niego con la cabeza.

—Está bien— se levanta y me indica que suba a la camilla.

—te pondré esto y luego te recostaras, ¿vale? — asiento.

El doctor me pone un yeso de plástico—que parece mas una red— de color rojo alrededor de mis costillas. Este se adhiere a mi piel como si se tratase de los tentáculos de un pulpo que no deja ir a su presa.

No Confies En NadieWhere stories live. Discover now