57. El Refugio

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—cuando dije que fuéramos, el plan era que nos fuéramos juntos. —suspira Will por el teléfono.

—Lo siento, recordé que tengo cosas que hacer prometo que no llegare antes que tu —no puedo evitar sonreír con inocencia a pesar de que no me ve.

—¿Por qué se escucha mucho aire?

—Tengo la ventana abierta—improviso rápido.

—¿Tu padre te dejo el auto?

—Algo así. Nos vemos en un rato.

—Te parece que nos veamos en el refugio.

—¿recuerdas cómo llegar?

—Siguiendo las flores amarillas—decimos a la vez.

—Vale entonces ahí nos vemos.

—¿cómo vas a entrar? —pregunto.

—Ya me las ingeniare. Nos vemos—cuelga.

Conduzco  mi moto por las avenidas de manera rápida, a rebaso carros y dejo calles atrás hasta llegar lo que antes fue mi casa.

Me quito el casco y estaciono la moto.,

No me preocupa que vean la moto no es tan especial al resto de las demás—a simple vista—, lo que si la hace especial es la manera en que cambia de color. El color cambia dependiendo de la luz que recibe. En el día es de color rojo y en la noche verde.

Presiono los botones en el panel de control. Los enormes portones se abren, dejándome entrar.

Una vez adentro abro la cochera y estaciono de nuevo la moto.

Bajo de ella y pongo el casco colgando de la manillar, paso mis manos por ahí acariciándola con delicadeza  recordando tantas veces que la agarre con fuerza y determinación para ganar una carrera. Recorro mi mano a la parte de atrás, pasando mis manos a la altura del motor. Sonrió un poco al pensar en cuantas veces me hizo rabiar al principio al no querer arrancar. Mis ojos viajan a las llantas donde me he dado unos buenos golpeas al golpearlas cuando me enfurecía aunque siempre terminaba más enfurecida conmigo al recordar que a quien le dolía mas el golpe era a mi.  La moto ha ganado tantas carreras que se me es imposible contarlas y no solo las mias. Me quedo observando la magulladura que nunca se pudo a arreglar haciéndome recordar que la moto nunca fue mía. Razón por la cual nunca la puse nombre y me atreví a pronunciar el suyo.

Suelto un largo suspiro. Sonrió con tristeza y vuelvo a suspirar.

Tapo la moto con una manta especial. Camino hacia la salida sin mirar atrás.

—Es hora que te deje ir Jack—digo a la nada.

Hoy había despertado con él en la cabeza y recordé que tal vez nunca más vuelva a correr en el pentágono como se debe. Tal vez solo vaya para las pruebas que me harán que no tienen nada que ver con las motos.  Además que no podía darme el lujo de perder la moto seria como perder una parte de él porque sí, siempre iba a ver una parte de el en esa moto que tantos recuerdos tengo en ella. 

Otra cosa que me puse a pensar hoy era que la moto no entraba en mis planes a futuro. Tenia que dejar todo atrás si quiera hacer lo que debía hacer.

Sonrió una vez más pero ahora por alegría por todo las veces que pude disfrutar la compañía de aquella pieza mecánica porque no es bueno quedarse con las cosas malas porque siempre en algún momento hubo cosas buenas ahí.

Doy un paso en el primer escalón para entrar en la casa pero retrocedo. Aun no estoy lista para entrar, desde aquella vez de lo de Morgan no he vuelto aquí.

No Confies En NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora