31. Sintiendo las llamas

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Maratón 3/4


El frio me hace despertar y me muevo haciéndome un ovillo en mi cama. Tiriteo de frio, el dolor agudo que me hacía agonizar se ha marchado dejándome sin calor. Siento dolor en los huesos a causa del frio. Un dolor que por más que froto mis manos en mis brazos en mis piernas, el calor sigue sin llegar a mí. Ya no soporto más y me quejo. Un gemido dejo salir de mi boca. Siento que moriré de frio.

—Te pondrás bien—dice alguien poniendo algo húmedo en mi cabeza que me hace estremecerme el contacto de aquella cosa con mi cuerpo y me sacudo alejándola de mí.

—No... —abro los ojos encontrándome con...la doctora Sullivan. —tengo frio—logro decir, mi boca la siento demasiado seca y la voz raspa mi garganta.

—No te esfuerces mejor descansa—dice levantándose y limpiando mi cara con un trapo seco.

—Me duele...—me quejo moviéndome. Retorciéndome en la cama, el frio se prolonga aún más si es posible. Los husos lo siento tiesos y dolor se libera cada una vez más en mí y con más fuerza.

—¿Qué te duele? —escucho preocupación en su voz.

—Tengo...frio...—lo único que logro decir.

De nuevo caigo en la red de la oscuridad pero oigo voces a lo lejos.

—Está hirviendo en fiebre y más marcas se hacen notar

—esperemos un poco mas

—Traeré la medicina.

—Dudo mucho que esta vez la salve...

De nuevo la negrura viene a mí y los sentidos me fallan y ya no escucho nada.

Abro los ojos y estiro mi cuerpo como un gato. Siento mis extremidades crujir dando una sensación relajante. Mi cuerpo se siente como nuevo. Es como si una aspiradora hubiera aspirado todo mi dolor y dejando sano y relajado mi cuerpo.

—¿Cómo te sientes? —alzo la vista y me encuentro con Will cruzando la puerta cerrándola con rapidez detrás de él. Mira a todos lados con recelo como si espera que alguien estuviera ahí pero al ver la habitación vacía a excepción de mí sus hombros se relajan.

—De maravilla—me siento en mi cama dispuesta a levantarme pero Will me lo impide.

—Aún no se te baja la fiebre por completo— pone una mano en mi frente y luego en mis mejillas.

—Yo me siento en perfectas condiciones—me trato de levantarme de nuevo pero me detiene.


—Descansa más aun estas del bien del todo y el calor hará que la fiebre baje— cubre mis piernas y lo pone la bandeja de comida que estaba en el escritorio y lo pone en mi regazo.


—¿cuánto tiempo llevó así? — pregunto mientras me atasco de comida. No me había dado cuenta de lo hambrienta que estaba hasta que le doy el primer bocado.

—Tranquila, devolverlas la comida— me sonríe y yo le doy una con poco de vergüenza. —Estuviste enferma toda la semana— desvía su mirada. —¿Recuerdas cuando fue que te desmayaste?

Dejó la cuchara en el plato. Pensando en lo que me había sucedido. —Ese día que te dije que solo quería dormir al llegar me sentí muy cansada como si el la gravedad pesara más de lo habitual y...


—¿y luego qué? —acerca más su asiento hacia mí.


—Y luego me desmaye— como un poco más para ya no hablar. Will espera que prosiga, sabe que lo oculto algo pero se resigna y se recuesta en el respaldo.

No Confies En NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora