Capítulo 8.

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Miré a Ethan una vez más antes de responder. Él seguía a mi lado, con una sonrisa que lo decía todo. Era un descarado, un chico que no quería tener en mi vida pero allí estaba, cruzado de brazos, marcando sus músculos en la horrible camiseta que había elegido aquella mañana.

Mi silencio pareció incomodarle, ya que zarandeó la cabeza en más de una ocasión perdiéndose en mis ojos color avellana. No reaccioné, seguí pensando en su pregunta. Por supuesto que la respuesta era clara, pero no podía, mis labios estaban sellados.

Quería gritar: — ¡No, imbécil, ésta es mi casa!

Y por lo contrario estaba callada, mirando su abdomen.

El contacto de los dedos de Ethan no me sobresaltó. Cuidadosamente los arrastró por mi cabello, capturando un largo mechón y dejándolo detrás de mi oído a la vez que acarició mis mejillas.

Sorprendente. Extraño. El muy maldito era sexy. E incluso podía decir que era un imbécil que le gustaba coquetear con todas.

Abrí exageradamente los ojos, y me aferré a mi cabello castaño.

Desperté, el milagro sucedió. Lentamente entreabrí mis labios, aparté su mano de mi rostro y me dispuse a gritar cuando el timbre sonó y me interrumpió.

¡Ding, dong!

No esperaba a nadie, y tampoco le di permiso.

Él caminó con tranquilidad por el apartamento, como si se tratara del suyo. Lo seguí sin hacer demasiado ruido, dejando mis zapatos por donde los suyos pasaron. Quedamos delante de la puerta, y Ethan abrió con una sonrisa amplia, perfecta y llamativa.

Una chica de cabello rubio y californianas rosas, asomó la pequeña cabeza al interior. Se asombró al encontrarse con él, y gritó con tantas fuerzas que estuvo a punto de matarme. Empujó la puerta con la mano, y sin decir nada más (y ni siquiera saludar) saltó hasta cruzar las piernas alrededor de la cintura de su novio.

Temblé al decir la palabra novio, pero lo eran. Él era su novio.

—    ¡Hola amorcito!

Ethan le respondió.

—    ¡Hola terroncito de azúcar! —la besó.

Era la cosa más cursi que había escuchado en mi vida.

Me toqué la frente, esperando que el dolor de cabeza no se manifestara, pero lo hizo. Apreté la mandíbula, e incluso mis uñas se clavaron en la palma de la mano estropeando el esmalte de uñas.

Ellos dos siguieron besándose sin darse cuenta que yo estaba allí.

¿Pero qué estaba haciendo? Yo vivía allí, mandaba allí.

—    ¿Os queréis ir a un maldito hotel? —fastidié el "dulce" beso—Me están dando ganas de tirarme por la ventana. Gracias.

Agradecí cuando Ethan la bajó de su cuerpo.

—    Que mal educado que soy —e imbécil—, os voy a presentar.

Resoplé.

—    Freya te presento a Effie —intentó cogerme de la mano pero me aparté. —Effie, ella es Freya, la pequeña que cuido.

¿Qué cuida?

¿Había escuchado bien?

—    Tú no me cuidas —gruñí una vez más.

—    Claro que sí —intentó sonar convincente.

—    ¡No!

Grité.

Él siguió alzando más la voz.

—    ¡Sí!

La discusión podía durar horas, y Effie solo nos miraba con una sonrisa graciosa.

Pero lo entendí todo. Su novia no sabía que era stripper, así que se aferró a una mentira involucrándome con él.

Vendetta para Ethan.

Cogió con fuerza mi mano, apretando sus dedos alrededor.

Lo miré seriamente, estaba perdiendo y no se daba cuenta. Me empujó contra él, dejándome a un lado de su cuerpo, pasó el brazo por encima de mis hombros, y con la mano sobre el cabello, la movió energéticamente alborotándome mi recogido peinado.

Odiaba que fuera más alto que yo, no podía defenderme ante aquel ataque.

—    Siéntate, nosotros venimos ahora —se inclinó para darle un beso.

Él intentó llevarme con él.

Yo mientras tanto solo miré a su novia.

—    Si tardamos más de cinco minutos —la señalé con el dedo—, llama a la policía. Tu novio está loc...

Ethan saltó.

—    ¡Pero que graciosa es mi Freya! —soltó una carcajada.

E hizo lo que nunca esperaría. Me cogió entre sus brazos alzándome del suelo y despareciendo conmigo delante de su novia.

La habitación más cercana era la mía, así que con un movimiento de codo abrió el pomo sin ningún problema y nos dejó a ambos en el interior.

La situación era muy extraña, y mis cuerdas vocales estaban preparadas.

Cuando quedé en el suelo me alejé todo lo posible de él, caminando hacia atrás y apoyándome contra la ventana lo miré de lejos, perdiendo el contacto físico.

—    Tienes que hacerme un favor.

Levanté la mano y le saqué el dedo corazón.

—    Freya...—insistió.

—    Tú no eres mi amigo.

Espeté.

—    Lo sé —rodó los ojos. —Soy el chico que te gusta.

Mi corazón latió muy rápido.

—    ¡Serás creído! Hazme un favor y desaparece de mi habitación —espera, no solo de la habitación—. ¡De mi vida!

—    Ayúdame.

Tenía cerca la mesita de noche, alcancé el primer cajón y de ahí saqué unas cuantas monedas que le tiré al suelo.

—    Quédate el cambio, no hace falta que me bailes desnudo.

—    No quiero dinero —Ethan estaba muy serio.

—    Pues no te puedo ayudar en nada más.

—    Sí que puedes.

Estaba muy convencido de ello.

—    Effie no sabe cómo pago la carrera —sus ojos azules brillaron con fuerza incluso cuando una nube ocultó el sol. —No puedo decirle que soy...

—    ¿Stripper? —pregunté casi riendo. —Y de los peores.

—    De los mejores —me discutió. —Había pensando que tú podías ayudarme.

—    Ni en broma.

Intenté pasar por su lado para huir, pero su mano quedó sobre mi vientre para retenerme. Cada vez lo tenía más cerca, y no me gustaba.

Quería aire, mucho aire. Había olvidado respirar.

¡Maldición!

—Si me ayudas —bajó lentamente su rostro hasta el mío—, yo podría ayudarte a ti.

¿¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Qué!!!!!!!!!!!!!!?

Y cuando me di cuenta a que se refería, sus labios se acercaron sobre los míos peligrosamente.

¡Socorro! —Solo pensé ya que ni me moví.

¡Mi vecino es stripper!Where stories live. Discover now