Capítulo 30.

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Mi cuerpo rápidamente se quedó sentado sobre el colchón. Crucé las piernas bajo la atenta mirada de Ethan, y susurré la respuesta que él esperaba. Estaba tan nerviosa que ni siquiera podía alzar la cabeza. El momento que estaba a punto de vivir con el chico que me gustaba, me aterrorizaba.

La primera vez; aquella que quedaría en mis recuerdos para siempre. Y en el fondo solo estaba preparada para él, únicamente era para Ethan.

Temblé cuando sus propios dedos arreglaron mi cabello alborotado, parecía que nunca estaba bien arreglado o era él quien se entretenía en jugar con cada mechón. Lentamente lo miré a los ojos, contemplando su azulada mirada (era igual que perderse en el mar). Pero no era la forma en la que me miraba, su sonrisa aceleraba mi corazón, y provocaba que mi cuerpo abandonara a las órdenes directas de mi cabeza.

Y hubo un momento en el que no me reconocí. Mis dedos se entrelazaron detrás de la nuca de mi vecino, y me acomodé entre las fuertes y esculturales piernas de Ethan, envolviéndole la cintura con las mías.

Lo besé; Besé los labios que necesitaba.

Sabía que mis mejillas estaban enrojecidas.

No respondí a su pregunta, seguí besándolo, e incluso jadeé contra su boca al notar sus enormes manos tocando mi piel desnuda. Era tan rápido, y yo tan despistada, que se había librado de mi camiseta.

¿Ahora qué hago? -Pensé. - ¿Le arranco la suya?

Así que lo hice. Empecé a tirar desesperadamente de la prenda de ropa que cubría su sensual torso.

-Q-quiero...quiero...

¡Quiero quitarte la ropa!

No había palabras.

Gemí una vez más al notar los carnosos labios de él recorriendo mi cuello. Los bajó hasta mis pechos, donde se detuvo para mordisquear el borde del sostén.

Ni siquiera podía pensar con claridad.

Solo dejé que mis dedos empujaran su cabeza al sentir la húmeda lengua que recorrió mi piel hasta mojarla de una forma que me hizo temblar.

¿Miedo?

¡No!

Placer.

-Ethan -susurré con los ojos cerrados.

Él apartó un poco su cuerpo del mío, se quitó la camiseta y volvió a pegar sus blandos labios sobre el sujetador.

Sus manos bajaron lentamente mis pantalones a la vez que volvía a acomodar mi cuerpo en la cama, alejándome de su piel. Quedé rígida mirándolo a los ojos, y él cogió mi mano hasta dejarla sobre su hombro.

Mientras que la suya se deslizó por el interior de mi muslo hasta la entrepierna, rozando sus dedos contra la fina tela del culotte. El contacto me hizo tragar con dificultad.

-Abre el cajón -pidió.

Detuvo el dedo, y por una parte lo agradecí, pero por otra no.

Estiré el brazo hasta empujar hacia afuera el tercer cajón de la mesita de noche, y busqué lo que tanto quería.

¡Condones!

Y no estaba la típica cajita con una cantidad que vendían en las farmacias. Se podía decir que toqué demasiados condones. Docenas de condones estaban muy cerca de mí.

El miedo agrandó mis ojos, y solo un fugaz besó me tranquilizó.

No quería parar, necesitaba seguir hasta el final.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora