Capítulo 12.

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— Bonito coche —aguanté las ganas de reír—, muy de los 80.

Ethan abrió la puerta del vehículo con una ceja alzada, me miró y por unos instantes quedó pensativo, buscando la mejor forma de librarse del ataque de risa que estaba a punto de sufrir.

Los largos dedos de él movieron su cabello, y con la típica sonrisa de él dijo:

— Prefiero ser guapo antes que rico.

— Algunos prefieren tener dinero. El dinero lo es todo a veces.

El cinturón de seguridad pasó por encima de mi cuerpo. Él, casi preocupado, se aseguró que estuviera bien. De alguna forma me cuidaba, y era sencillo; si me pasaba algo, mi padre lo mataría.

— Es una estupidez —fue Ethan quien rió en esa ocasión. —Gracias a esto —señaló sus pectorales antes de llevar las manos al volante —he conseguido demasiadas cosas. Así que ser guapo, es lo mejor.

— Creído.

— ¿Qué? —preguntó confuso.

Lo ignoré.

Ethan tenía un gran defecto; solo le importaba la belleza.

Y para mí era lo mejor, porque tener un chico que solo le importaba el físico, me apartaba inmediatamente de su lado.

Me gustaba ser Freya. La loca Freya que reía y hablaba sola de vez en cuando.

Volví a mirar a Ethan. Silbaba a la vez que me miraba de vez en cuando en cada semáforo en rojo. La gran pregunta era:

¿Por qué yo?

La palabra "simple" estaba tatuada en mi frente, y no literalmente, pero ahí estaba.

Él, en el poco tiempo que nos conocíamos, había sido un chico dulce (aparte de imbécil) pero dulce. Y lo peor de todo es que si Ethan me besaba, era capaz de cerrar los ojos para disfrutar de unos labios que me harían temblar.

— El chico...—intervino en mis pensamientos.

— ¿Qué chico?

No lo entendí, hasta que alzó los hombros avisándome de la estupidez que estaba cometiendo. Era sencillo descubrirme, ya que casi nunca solía mentir (casi nunca).

— Tu cita —sus labios sonrieron.

Estaba dejándome como una estúpida.

— ¡Oh! Sí, mi cita.

Jugueteé con mi cabello.

¿De dónde sacaría a un chico?

Era demasiado tarde, porque cada vez estábamos más cerca del parque de atracciones. Mis manos temblaron sobre mis piernas, mis ojos quedaron cerrados esperando un gran milagro; me conformaba con una tormenta o varios rayos cayendo contra la tierra hasta formar un gran diluvio. Sería mi salvación, pero en pleno verano no llovía, y una catástrofe estilo Noé era mucho más complicado.

Había sido cruel ¿por qué el supuesto Dios que había arriba no me castigaba?

Claro que me castigaba. El diablo estaba sentado al otro lado del coche.

Con su sonrisa perfecta. Cabello reluciente. Cuerpo fuerte como una roca. Ambicioso y seductor. Ese era Ethan. El perfecto de Ethan.

— ¿Qué quieres saber?

Empezó a aparcar.

— ¿Dónde lo conociste?

— ¿Puedo preguntar yo algo antes? —él asintió con la cabeza, callando para reservarse unas cuantas preguntas más. —¿A ti qué te importa?

Fui algo brusca.

— Quiero decir... —era de lo más normal ,¿no? —No nos conocemos de nada. Básicamente puedo enrollarme con ese desconocido sin contar con tu opinión.

Al soltar esas pocas palabras, mi cuerpo se movió bruscamente hacia delante. Por suerte el cinturón me protegió un poco, pero el terrible dolor que surgió en mi cuello, no me lo quitaría nadie.

Ethan frenó demasiado fuerte cuando echó hacia atrás para acomodar el coche. Sus manos apretaron fuerte el volante, y los nudillos quedaron blancos por la fuerza que se acumuló en las manos.

— ¿Qué acaba de pasar? —pregunté asustada.

Un hombre mayor se acercó hasta nosotros para hacer la misma pregunta que yo le formulé a él. Ethan bajó la ventanilla, y gruñendo dijo que estábamos bien.

Él estaba bien, yo casi me parto el cuello.

Miré los enormes ojos azules, pero no vi la misma claridad de siempre, más bien, estaban oscuros.

— ¿Acabas de decir...—el tono de voz bajó, daba miedo—enrollarte con un desconocido?

¿Era por eso? ¿Casi me mata por la palabra enrollar?

Y claro, enrollar guiaba a la otra: Sexo.

A Ethan le asustaba el sexo. No, en realidad me asustaba a mí.

— Te lo volveré a decir. ¿A ti qué te importa?

Ladeó la cabeza hasta encontrarse con mi mirada, la cual estaba brillando gracias al sol, y no por pensar en un desconocido que ni siquiera existía.

— Pues me importa, ¿de acuerdo? —necesitaba que me gritara, porque aquellos susurros me bloqueaban— Tu padre me mataría.

— Él no tiene que enterarse...

¿Un momento?

Le estaba siguiendo el juego. Verle nervioso con aquel tema me encantaba. La malvada de Freya volvía de nuevo.

— ¡No puedo ser cómplice de un tío que solo te quiere llevar a la cama! —el mal genio del stripper salió a la luz—. Así que dime dónde has quedado con él, porque tengo que decirle cuatro cosas.

Mis labios se abrieron con exageración. Él no iba a decirle cuatro cosas, quería discutir con mi cita imaginaria.

¿Y qué derecho tenía él?

¡Ninguno!

Porque básicamente no existía.

— Oye —mi mano quedó encima de su hombro—, nene—qué asco me dio decir nene—, no eres mi hermano, y mucho menos un amigo-novio. Tengo diecisiete años, lo suficiente mayor para saber si me acuesto con alguien. ¿Por qué no nos haces un favor a la humanidad, y te pierdes de mi vista?

Yo no era así, pero me obligaba.

Ethan apartó mi mano de un golpe, y sus dedos se aferraron a un trozo de tela de mi camiseta. Empujó mi cuerpo hacia delante, dejándome cerca de su rostro.

— No.

¿Solo (no)?

Balbuceé:

— ¿N-no? —mis mejillas ardían.

Podía sentir su fresco aliento chocar contra la negación que solté.

— Voy a ser tu sombra. Te guste o no. No es fácil librarse de mí —soltó la camiseta, dejándola arrugada por la fuerza de sus dedos. Quité el cinturón de seguridad, y abrí la puerta del copiloto. Cuando estuve a punto de salir, me retuvo con más palabras—Estaré vigilándoos.

— Dijiste que desaparecerías.

— ¿Cuándo he dicho eso? —se rascó la barbilla.

— Antes...—no seguí, porque rompió la promesa que me hizo.

— ¡Freya! —gritó cuando me vio salir corriendo hasta las taquillas—Como te toque el culo, le corto la mano.

De la guantera sacó una pequeña navaja.

Tragué saliva.

Agité el bolso, casi pidiendo ayuda.

Ethan no solo era stripper, también un matón.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora