Capítulo 16.

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—     Cariño —oí de lejos—. Cielo.

La mano de papá quedó sobre la mía, llamando mi atención ya que estaba perdida en mis pensamientos. Nos encontrábamos los dos solos desayunando, callados y mirando nuestros platos llenos de tortitas con chocolate. Cuando mis padres seguían juntos, era nuestro desayuno favorito (cada domingo estaba preparado sobre la mesa). Y aunque ellos ya no estuvieran juntos, seguíamos con la tradición familiar.

Solté el tenedor que sujetaba, y con una sonrisa forzada lo miré a los ojos. Sus dedos arrastraron su cabello oscuro con unas cuantas canas, movió la cabeza a un lado, buscando la respuesta que no encontraba. En mis ojos había tristeza. Por suerte las lágrimas no se notaron, porque no tenía ganas de contarle lo sucedido con Ethan.

Ethan; su nombre me daba un escalofrío. Salió de mi habitación dando un portazo, desapareciendo de vista.

Y era lo que más deseaba. No quería verlo nunca más.

—     ¿Querías algo, papá?

—     Me gustaría saber por qué mi hija no está comiendo uno de sus dulces favoritos. ¿Ha pasado algo?

Negué con la cabeza.

—     ¿Segura? —él me conocía tan bien, que era imposible ocultarle la verdad. —Es por un chico.

Mi cabeza bajó inmediatamente afirmando su teoría.

Siguió hablando.

—     Este tema me incomoda...pero —estaba nervioso—, es la hora.

—     Papá... —sacudí la cabeza.

Mientras tanto apartó el café que había en medio de la mesa, encontrando un entretenimiento a la vez que soltaría una de sus charlas que darían dolor de cabeza.

—     Si hay un chico tienes que saber...

—     Por favor —supliqué—, no quiero la charla de las consecuencias que trae el sexo.

Bajó los hombros relajados, notando el miedo en mi voz ante la palabra <sexo>.

—     Estupendo —respiró—. De momento quedará a un  lado. ¡Solo de momento! —alzó el dedo como un profesor regañando a su alumno por cometer una travesura. — ¿Quién es ese chico? ¿De tu instituto?

Lo peor es que había dos chicos. Y ambos desconocidos. Aunque Ethan ya llevaba varias semanas en mi vida, y con Byron conecté tan bien, que parecía que era un año de amistad antes que un solo día.

Suspiré como una enamorada cuando pensé en el día anterior; el parque de atracciones.

—     No. Es de aquí.

Aquí: Eso significaba que estaba cerca del barrio donde vivía mi padre. Podía sospechar del vecino, pero no lo hizo.

—     ¿En serio?

—     Sí, papá. Hay y no hay un chico —recogí mi alborotado cabello. No me había dado tiempo a cepillarlo. —Pero no quiero hablar de eso contigo. Esperaré a que mamá me llame.

Papá se rascó el cuello.

Pasaba algo.

—     ¿Algo que decirme?

—     Nada importante —estaba raro.

—     Papá...

Aparté el plato del desayuno chantajeándolo. La información, por alimentarme bien y ser una chica saludable.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora