Capítulo final

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No estaba seguro cuánto tiempo permanecí tirado en el suelo, pero el suficiente para que Leia me encontrara en el portal de su casa. Bajó corriendo, gritando desesperadamente después de haberme visto desde su habitación. Se arrodilló al otro lado de mi cuerpo y me tendió uno de sus pañuelos de seda rosados. Lo acomodé sobre el puente de la nariz y presioné con fuerza, tenía la esperanza que dejara de sangrar antes de llegar a casa, porque si mi padre me veía, él pobre perdería el norte. No soportaba el color rojo como los toros.

—¿Es-Estás bien? —preguntó tímidamente, mientras besaba mi mejilla. —¿Por qué le has golpeado, mamá?

Lo único que hizo Ginger fue mirar su puño y vacilar del golpe que me derrumbó al suelo. Byron, el único que consiguió apartar a su mujer del umbral de la puerta, quedó detrás de mí con la intención de ayudarme a levantarme del suelo. Cuando lo conseguimos, Leia pasó mi brazo por encima de sus hombros, mientras que ella rodeaba mi cintura.

—Deberíamos llamar a Freya —dijo, soltando una risa.

—Estoy bien —intenté sonreír, pero lo único que salió de mis labios fue una mueca de dolor. —¿Puedo sentarme unos minutos?

Se escuchó un «no» de fondo, pero Byron me llevó hasta una de sus lujosas sillas doradas que combinaban perfectamente con el amplio comedor de la familia. Leia miró mi destrozada nariz, y salió en busca del botiquín más cercano. Mi padre una vez me dijo que todos los Ross tenían al menos 10 botiquines de emergencia en sus domicilios. Pensándolo bien, los Evans tendríamos que tener uno a mano siempre.

—Salir con mi hija, eh —quería que se alejara de mí. Primero fue la nariz, después podría ser mi miembro. Temblé. Esa mujer estaba loca. Loquísima. Era peor que mi madre. —¿Seguro?

¿Qué habría hecho mi padre en esa ocasión?

Ser sincero con un toque pícaro.

—No seré el mejor chico del mundo, pero estoy seguro que de los pocos que tendrán el corazón ocupado únicamente para Leia. Antes de ir con ella al baile, quería vuestro permiso —Ginger intentó interrumpirme, pero seguí hablando. —Hemos crecido juntos. Prácticamente vosotros dos sois como unos tíos para mí, y mis padres los de Leia. Me he dado cuenta demasiado tarde que estaba enamorado de ella. Pero también estoy seguro que la evité durante años hasta que fuera consciente del amor que podía haber entre nosotros dos.

—Menudo discurso sacado del libro de su padre para ligar.

—Calla, Ginger —le pidió Byron.

—Solo quiero ir al baile con ella. A las once de la noche estará aquí, con vosotros. Sana y salva. Lo prometo.

Ambos se miraron, y Leia regresó con el botiquín. Limpió la sangre que tenía sobre el labio, y cariñosamente acomodó dos tampones en las fosas nasales. También dejó una tirita en el puente de la nariz, y volvió a besar mi mejilla delante de su madre.

—¿Leia?

—¿Sí?

—¿Quieres salir con Nicholas?

Ella capturó una de sus trenzas entre los dedos antes de responder. Miró a su padre, el cual sonrió, y después observó a la mujer que le formuló la pregunta.

—Me encantaría.

—¡Está biiieeén! —se rindió. —Dejaré que vayas al baile con mi hija. Pero escúchame bien, Nicholas Evans, si haces daño a mi hija —echó su cuerpo hacia delante, quedando cerca de mí con el fin de sostener mis pelotas en su mano —te corto a tu amiguito. ¿Lo has entendido?

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora