Capítulo 11.

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En aquel momento se me pasó por la cabeza besar a Leia para silenciarla al menos durante un par de horas. Pero cuando parecía que estaba a punto de rozar mi boca contra la suya, un empujón me alejó de la pequeña Ross hasta dejarme sorprendido. La conejita seguía en medio, evitando que besara a la chica que apareció detrás de mí y se coló en aquel local de strippers. Apuntó la salida con la cabeza y la invitó de una forma bruta a que se marchara. Por una parte me molestó, pero por otra era lo mejor para ella. Leia merecía algo mejor; seguir estudiando y evitando a los chicos como Collins y yo para que encontrara a uno mejor.

Pude ver lágrimas en sus ojos, y salió corriendo sin mirar atrás.

—No sé cómo una chica como ella puede ir detrás de ti.

Quedé cruzado de brazos. En el fondo, muy en el fondo, me sentí mal. «Maldita conciencia.»

Después de eso intenté hacerme el duro, como si fuera lo mejor y lo más fácil para olvidar ese incomodo momento que vivimos los tres.

—No entiendo como una chica como tú no va detrás de mí.

Mi sonrisa seguía sin funcionar.

—Soy Kristine —«Pooooooor fin.» —No te emociones. Trabajas para mi abuela. El único contacto físico que vamos a tener tú y yo —miró a nuestro alrededor —será en Poom's.

—Al menos hemos dado un paso, conejita.

Me golpeó con la bandeja. Esa era la única orden que recibiría por su parte; tenía que ponerme a trabajar. Servir copas a aquellas personas que empezaron a llegar sin camiseta. El problema era...que eran tíos. En un descuido intenté ponerme la camisa, pero el tal Troy me detuvo.

—¿Qué haces? —ese tío me odiaba. Había que ver la forma en la que me miraba para darse cuenta.

Al menos intenté ser amable con él.

—Se me han puesto los pezones duros. Pezones duros igual a que hace muuucho frío.

—Me da igual como tengas lo pezones —me quitó la camisa. —Sigue sirviendo y no te quejes.

No me veía como uno de los suyos. Tal vez era su nueva competencia y por eso estaba de tan mal humor.

—¡Oye, Troy! —su respuesta fue un gruñido. —¿Te he hecho algo?

—El problema lo tengo con una persona como tú. Me irritas.

Claaaaaaro.

—¿Eres gay?

Alzó una ceja. No parecía sorprendido.

—Típico de un Evans.

—¿Perdona?

—Vas a durar poco aquí, chavalín.

¿Chavalín?

Por suerte no llevaba copas encima de la bandeja. La dejé en una mesa que estaba libre, y me acerqué hasta él para enfrentarlo. Cara a cara. Como verdaderos hombres. Pero Kristine me llamó.

—Un momento, conejita.

—Ven ahora mismo, Nick. Hay alguien que quiere hablar contigo.

¿Qué había hecho ahora?





NARRA LEIA ROSS


Era un verdadero imbécil. Sí, eso era lo que era Nico.

Había sido agradable con él, e incluso estuve dispuesta a ayudarlo. Pero era como todos los demás; una chica rubia bonita llamaba su atención antes que una chica simple. Ni siquiera un cómic de Marvel me quitaría el mal trago que pasé en aquel lugar.

¿Qué diablos era?

Nick estaba a punto de desnudarse, y por el cartel principal que colgaron en uno de los muros de la entrada, los shows eran demasiado...¿eróticos? Si Freya se enteraba, lo mataría.

Seguí caminando durante un rato más. Las cafeterías empezaron a cerrar, pero cerca del cine, donde hubiera pasado la tarde, había una heladería abierta.

Helado de oreos con chocolate blanco; mi antidepresivo favorito.

—¿Leia? —un chico se quitó la capucha al verme. —¿Qué haces aquí? ¿No te han avisado...?

—Ahórrate tu discurso, Collins. Lo sé todo.

—¿Todo?

Asentí con la cabeza.

Él se quedó cruzado de brazos.

—Y lo entiendo.

No me gustó su risa.

—Veo que te has tomado muy bien que Nicholas quisiera pagarme por salir contigo. Al parecer eres una chica muy liberal.

—¿¡Qué!?

—Ya sabes...

¿Pagar?

—Nico...Nico, ¿te iba a pagar?

Era cierto que lo chantajeé, pero en ningún momento se me pasó por la cabeza que su forma de conseguirme una cita con uno de los chicos más populares del instituto, fuera pagando.

—¿No dices que lo sabías todo? —se dio cuenta. Mi rostro cambió por completo. —A mí Nick tampoco me cae tan bien. Si quieres...

¿Iba a proponerme algo?





NARRA NICK EVANS

¿Qué bomboncito quería hablar conmigo?

Empecé a arreglarme el pelo y comencé a caminar de la forma más masculina que podría llegar a mojar las bragas de cualquier chica.

Mi corazón dejó de latir.

Mi mejilla empezó a doler ante el guantazo que me dieron.

—¿Mamá?

—¿¡Qué diabloooooos haces aquí!? —los clientes empezaron a mirarnos.

—¿Te lo ha dicho Leia?

—¿Leia? ¿Leia sabe qué estás aquí?

Pasaron por detrás de nosotros entre risas. Era Troy.

—¡Vámonos a casa!

—No —aparté su mano. —Mamá, te lo puedo explicar pero no me voy a ir de aquí.

Se estaba poniendo roja; eso no era bueno viniendo de mi madre. Al menos mi padre se quedó en casa.

—Si no vienes conmigo —bajó la cabeza, como si le costara seguir hablando—, no vuelvas a casa, Nico.

¿Me estaba echando?

¿Con diecisiete años?



¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora