Capítulo 36.

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Maldije en voz baja cuando Ginger marchó, dejándonos a solas con la bruja (más bien conocida como la madre de Byron). Arregló su cabello dorado, y con una sonrisa torcida bebió del café que le sirvieron en la cafetería. Nos encontrábamos los tres sentados en una mesa. Ethan y yo delante de esa loca.

No dejaba de mirarlo a él, de intentar coquetear con sus largas pestañas. Le guiñó el ojo, pensando que yo no lo vería. Gran error. Estiré el brazo por la mesa para coger el azucarero, y cuando estuve a punto de arrojárselo, Ethan me lo impidió.

Lo miré.

— ¿Qué quieres? Tú me encierras, y ahora me sacas... ¿Qué tengo que pensar de todo esto? —Ethan en ningún momento apartó sus dedos de los míos. Me seguía reteniendo para que no cometiera una locura.

Apartó la taza de sus labios, dejando una marca de carmín en el borde blanco marfil.

—Cometí un error —confesó. Aunque la muy loca no fue capaz de disculparse conmigo. Por su culpa llevaba fundas en los dientes, perdí parte de los originales por la caída que provocó. —Cariño —gruñí cuando lo llamaba así. Estaba segura que ladraría, y me tiraría sobre la mesa para morderla—, pensé que le ibas a decir a mi esposo que yo frecuento...

— ¡Vieja desesperada! —Grité cortándola. Ethan movió la cabeza, quería que me callara. No, era mi turno. —Estás loca, Cruella de Vil. Primero Ethan, luego yo —apreté los labios—, y el pobre de Byron no merece una madre como tú.

—Freya —dijo entre dientes—, lo mejor es ignorarla.

— ¿Hasta cuándo? No ves que ella siempre estará detrás de ti. Esa obsesión no es nada bueno —crucé mis brazos, y cuando el stripper no miró, le saqué la lengua burlándome de ella. —Podría decirle a su marido todo lo que está haciendo.

Ella tranquilamente volvió a beber de su café.

—Si eso sucediera, el sexy volvería a la cárcel.

Los dos nos tensamos.

Nos estaba chantajeando.

— ¿Mi silencio por mi libertad? —Preguntó Ethan.

—Sí. Solo procura tener a la cría callada— ¿a quién llamaba cría? —El tema collar ya está solucionado. Me alegra haberte visto de nuevo.

Movió en su cuello el supuesto collar que Ethan había robado, y sacudió la mano en el aire invitándonos a que abandonáramos la mesa de la cafetería.

Él se movió, pero yo esperé a decirle algo.

—No te tengo miedo.

Rió.

—Yo tampoco, niña fea.

—Fea tú —contrataqué.

—Al menos tengo mis dientes en su sitio —pero le quedaba poco para que los sustituyera por una dentadura.

—Yo no tengo arrugas —el camarero nos miró.

—A mí no me dejará ese stripper —señaló a Ethan. — ¡Oh, vamos! Ese bombón te dejará en cualquier momento. Por una de su edad. Más guapa, alta, y con más pechos que tú.

¿Qué tenía el mundo en contra de mis pechos?

Mi boca se abrió ante la sorpresa de sus palabras.

Hasta mi cabeza empezó a pensar más allá de todos los insultos que había reunido.

¿Ethan me dejaría?

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora