☁D r. S t r a n g e☁

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—S t e p h e n S t r a n g e—

☁S E V E N☁

"Primero abre tu mente, luego vemos si yo te abro las piernas"

☁☁☁

Era un degenerado, se daba tanto asco.

Pero realmente él no tenía la culpa de sus sentimientos hacia la joven de apenas 15 años que había salvado meses atrás, cuando caminando por las obscuras calles de New York divisó a unos bastardos tratando de abusar de ella.

Terminaron casi muertos, y la chica no se despegó de él hasta la fecha.

Una fecha que le dolió muchísimo, pues ese día había llegado un chico con ellos, pidiendo ayuda y el grandísimo favor de ser aceptado y por ende; entrenado como uno de ellos. Wong no dudó aceptar, pese a que en un principio estaba feliz de haber rescatado de las peligrosas calles a el chico que lucía indefenso, esa sonrisa se borró de su rostro justo después de ver a la chica correr con el joven, en vez de correr hacia él.

Fue entonces que les dio la razón a todos los que una vez le advirtieron que nunca valoras lo que tienes, hasta que lo pierdes, pero estaba siendo muy dramático, la chica aun iba a preguntarle alguna que otra cosa y a pedirle ayuda, cada dos veces a la semana; o menos.

Era un enojo tras otro, en silencio, evitando las preguntas de Wong cuando quería saber que sucedía, e incluso las de el chico cuando llegaba a preguntarle si todo estaba bien, pero la chica no notó nada, pues cada que iba lo trataba como si nada hubiera pasado.

Y es que nada había pasado.

Seguía supervisando que los mocosos no rompieran las reglas, que sus habilidades en las artes místicas mejoraran, pero cada que veía las sonrisas y miradas que los dos chicos compartían, algo hervía dentro de él.

Por eso se encontraba ahí, encerrado en su habitación y revisando libros para comprobar que hubiese algo que detuviera lo que sentía hacia la chica.

— Eres asquerosamente desagradable Stephen — se dijo así mismo cuando no encontró nada y terminó por cerrar el libro, aventándolo lejos de su cama y recostándose en ella, cerró los ojos con fuerza, pensando una manera en la que aquella niña no le afectara pero sin quererlo; comenzó a recordarla a ella y a toda su perfección.

Sus hermosos ojos, incomparables con los de alguna otra persona, sus gruesos labios que parecían ser lo mas suave que pudo haber sido creado, sus manos, su voz, su cabello, su nariz, su delgada figura, sus caderas, sus piernas.

Y de la nada, oh mierda, tenía una gran erección bajo sus pantalones.

— ¿Stephen? — varios golpes sonaron tras su puerta que fue abierta inmediatamente después de que terminaron de sonar, sin darle tiempo de buscar algo para cubrir sus partes intimas un poco fuera de su lugar.

— ¡No pases! — demasiado tarde, la chica culpable de que su virilidad despertara entró a su habitación con suma inocencia, plantándose frente su puerta ya abierta y viéndolo intentando cubrirse con las manos.

— Oh lo siento — una leve carcajada salió de su boca al momento de descubrir el porqué de que Strange le hubiese dicho que no pasara — Me pregunté por que no me permitirías la entrada si siempre me dejas pasar pero, ya veo tu situación — señalo con su mano la entrepierna de Stephen y sonrió, mordiéndose el labio en el proceso — ¿No es buen momento? — se burló.

Fantasies -MarvelWhere stories live. Discover now