El Bosque de los Cien Robles

267 40 82
                                    

Frédek, Miriam, Sesmar, Valentina y Merkel cargaban a Galbam mientras que corrían por el bosque, intentando llegar a la ciudad de Hámzterdan, ya que esta era la más cercana.

El bosque entre ambas ciudades se conoce por el nombre de El Bosque de los Cien Robles.

En la oscuridad de la noche no podían avanzar con mucha rapidez para no golpearse con los arboles. En la lejanía se escuchaban a algunos trasgos y arpías saliendo de Bern.

Al cabo de unas horas, el ritmo de la huida estaba decreciendo, asi que decidieron parar por unos momentos antes de seguir.

—¡Esperen! Ya estoy cansado—Se quejó Frédek tras otro par de horas corriendo.

—No podemos volver a detenernos, en esta oscuridad podrían emboscarnos con facilidad—Explicó Valentina.

—¿Cuál oscuridad? El sol está saliendo otra vez, solo mira el cielo, corrimos toda la noche. —Refutó Frédek.

—Galbam, ¿Ves algo?—Preguntó Sesmar.

Galbam era el que tenía la mejor visión entre todos.

—No, no veo nada—Le respondió Galbam—. Todo está tranquilo, no creo que nadie nos esté persiguiendo.

—Sigan caminando—Ordenó Valentina.

—¿Creen que alguien más haya sobrevivido?—Preguntó Sesmar al resto.

—Creo que no—Negó Frédek.

—Al menos no estamos solos—Comentó Merkel.

—¿A qué te refieres?—Preguntó Miriam, que aún seguía en shock debido a las malas experiencias que sufrió con los trasgos.

—Recuerden que hace más o menos un mes Alerión, Galelor, Agarer y Ramen se fueron a Alta y Baja Gaia a hacer un trabajo para el Príncipe Edward —Respondió Merkel. —Además todavía debe de quedar alguien más que haya estado fuera de la ciudad, o escondido y que no hayan encontrado.

—¡Con todo lo que ha pasado hoy los había olvidado por completo!—dijo Sesmar, que era un excelente amigo de Galelor.

—Igualmente. —Comentó Galbam.

Siguieron caminando, lento, por si escuchaban cualquier ruido, el cansancio los tenía al borde del sueño, hasta que llegó un punto en el que no pudieron más y decidieron dormirse ahí mismo.

Al día siguiente los despertó un ruido, era un repiqueteo veloz similar al de las castañuelas.

—¿Qué será eso?—Preguntó Sesmar.

—Parece un caballo—Comentó Miriam.

—¡Viene hacia acá!—Exclamó Galbam.

—¡Que buena suerte!—Se alegró Valentina.

—¿Por qué dices que es buena?—Dudó Frédek.

—Porque nos puede llevar hasta Hámzterdan—Respondió Sesmar.

—¿Y si es un bandido?—Contestó Merkel un tanto asustado—¿O un asesino?

—Tiene razón, la Mano Negra anda por la región—Comentó Miriam mientras escuchaba al caballo detenerse.

Pasaron unos minutos y sintieron a alguien a sus espaldas.

—¡Dichosos los ojos que los ven, viejos amigos!—Saludó una voz familiar para ellos, un amigo de toda la vida, Diego.

—¡Diego! ¿Qué haces aquí?—Preguntó Miriam muy alegre—¿No tendrías que haber vuelto dentro de dos semanas de Pueblo Neblinoso?

—Se te ha pegado la forma de hablar de allá—Comentó Valentina.

LexodiaWhere stories live. Discover now