Más Problemas para Algunos y Menos para Otros

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Alerión, Galbam y Onmund, Montañas Azules...

El grupo se detuvo frente a un risco.

—Ahora, despacio iremos por ¡Ugh!—Un destello morado había impactado en la mano de Onmund y lo había hecho caer.

—¡Estáis invadiendo territorio del Concilio Oscuro, rama del grupo Xiin!—Gritaron decenas de voces de ultratumba —¡Morid y servid a nuestras huestes!

Tras estas palabras se revelaron doce hombres cubiertos con capas oscuras. Aparecieron de entre unos vapores negros en lugares inaccesibles para ataques que no fuesen a distancia. Alzaron sus brazos al mismo tiempo y gritaron: "¡Ascendus mortre person! ¡Ascendus du le brok mortre! ¡Vive mortre vivente mon lau vu seguí!"

Luego salieron de entre la nieve esqueletos y zombies que yacían muertos ahí, seguramente asesinados por el Concilio.

—¡Estaís enfrentando a el Archimago de Viento Cortante!—Avisó Alerión.

—¡Y al Sub-Archimago!—Comentó Galbam para no quedarse atrás, aunque solo se ganó una risa de Alerión.

—¡¡¡DESTERRUS MORTRE!!!—Gritaron ambos a la vez.

Una explosión de luz fue expedida de sus cuerpos y las zonas de los no muertos que las tocaron se derritieron.

Un esqueleto que se encontraba detrás de una pared de nieve saltó repentinamente y apuñaló a Rubens por la espalda a la altura de la pelvis.

Su sangre manchó la nieve.

Onmund destrozó al esqueleto con la alabarda doble y después ordenó la retirada.

—¡Huid hechicero del bien!—Pidió Onmund a Galbam mientras cargaba a Alerión—¡Abandona los caballos!

Empezó una persecución.

Onmund y Galbam andaban lo más rápido que podían mientras que los miembros del misterioso Concilio Oscuro les lanzaban hechizos por detrás.

Siguieron por unos minutos, con los miembros del Concilio acercandose más cada segundo.

Un abismo.

Estaban atrapados y Alerión agonizaba.

—¿Qué es eso?—Dijo uno de sus perseguidores señalando un punto en el cielo que se hacía cada vez más grande.

Una roca gigante cayó muy cerca de ellos, haciendolos caer.

La montaña empezó a temblar.

Un gigante de roca se levantó.

De un sacudón se saco la nieve de encima y se dirigió a donde venía la roca lanzada.

Era otro gigante.

Galbam y Onmund se sostenían de las fisuras del cuerpo del gigante intentando que Alerión no se cayera; los miembros del Concilio Oscuro hacían lo mismo.

Los gigantes de roca debían medir por lo menos setenta metros cada uno y estaban ensartados en un combate a muerte en el que con cada golpe se fragmentaban trozos de roca.

Mientras, los magos lanzaban conjuros y nuestros heroes hacían lo posible por esquivarlos.

—¡Tengo una idea!—Dijo Galbam a Onmund—¡Sígueme!

Galbam disparo una bola de fuego al cuello del gigante y este se paso el brazo intentando quitarse de su espalda a los humanos.

Galbam aprovechó para subirse a su brazo y Onmund lo imitó.

Luego el otro gigante golpeó al primero y Galbam, Alerión y Onmund salieron volando a una montaña cubierta de nieve.

—¿Este era el plan?—Preguntó Onmund con un hilillo de voz.

—El plan era que saltaramos de un gigante a otro y despues descendieramos por su espalda—Explicó Galbam debilmente.

Aprovecharon el momento de calma para atender la herida de Alerión, había perdido mucha sangre y no se sabía si podría volver a caminar.

Marc, Luis y María, Camino entre Balurk y Montaña de Hierro...

El puente entre ambas provincias que marcaba sus fronteras ya se podía vislumbrar, era un puente de piedra muy grande sobre un río ancho con una fuerte corriente.

A ambos lados del río habían hombres y enanos que con platos y sartenes buscababan oro y hierro que flotaba por sus aguas.

El río se llamaba Río Plateado, debido a que la luz del sol y luna se reflejaba en los minerales del río.

En una hora llegaron al puente, pero cuando se disponían a cruzar fueron detenidos por un guardia enano ataviado de forma parecida a los de Balurk.

—Nombres y asunto—Dijo el guardia monotonamente, se notaba que lo aburría su puesto.

—Soy Luis Muran, ella es María Vatríz y el es Marc Annzet— Comenzó diciendo Luis al guardia —Venimos de paso para ir a Monte Rojo.

—Ahora se realizará una inspección para verificar si no traen nada de contrabando o ilegal—Les explicó el guardia, que se llamaba Dur.

—Verifique—María le mostró sus pertenencías y las alforjas de su caballo.

—Siguiente—Ordenó Dur y Luis hizo lo mismo que María.

Al final les dijo que para poder pasar sus armas, caballos, pociones y alimentos debían hacer cuatro filas diferentes y firmar unos documentos.

Cada fila tenía por lo menos setenta personas por enfrente.

Cuando pudieron salir ya estaba bien entrada la noche y todos los que se encontraban buscando oro y hierro en el río se habían ido a sus casas.

—Uf —Dijo Marc con sastifacción —Pensé que nunca saldríamos.

Ramen, Diego y las ondinas, Río de las Luces Nocturnas...

Las ondinas habían modificado la corriente del río y Diego y Ramen solo tenían que flotar para volver a donde habían perdido a sus caballos.

—¿Es por aquí?—Preguntó Lumilia.

—No reconozco este lugar —Respondió Ramen.

—Me pareció escuchar un caballo —Comentó Meridia.

Un caballo iba por la orilla del río buscando algo, o alguien, tenía el pelaje descuidado.

—¡Hael! —Exclamó Diego muy emocionado.

Diego se reunío con su caballo y continuaron buscando al otro.

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