Un Trato por la Espada

87 25 44
                                    

Todos se despertaron en un gran salón, enfrente de ellos se encontraba el Rey a su alrededor estaban las sirenas que los encontraron y otras más, todas los apuntaban con lanzas, tridentes, espadas de dientes de tiburón, entre otras cosas.

El Rey de las sirenas era un sireno (si, esa palabra existe) viejo, su cuerpo estaba adornado con innumerables joyas de todo tipo, su rostro denotaba una amplia seriedad.

A su lado estaba un sireno de más o menos su misma edad, el cuál presentó al Rey.

—¡Ante ustedes! ¡El Rey Irkantos!—Presentó el sireno que al parecer era el Consejero Real.

Anglicabix y compañía se arrodillaron.

—¿Qué deseáis hacer en nuestras aguas, extranjeros?—Preguntó el Rey.

—¡Salve Gran y Poderoso Rey Irkantos!—Saludó Merkel de la forma más formal posible.

—¡La Sierpe Alada a vuelto y está destruyendo todo a su paso! ¡Ya posee dos espadas!—Siguió Diego.

—¡Puede que incluso más!—Agregó Frédek.

—¡La última esperanza que nos queda es encontrar la espada perdida antes que el!—Culminó Anglicabix.

—Es una excelente historia, en condiciones normales no sería más que eso, sin embargo, los otros dos nos dijeron que Bern fue devastada...—Explicó el Rey hasta que fue interrumpido por Diego.

—Disculpe la interrupción oh poderoso Rey Irkantos, pero... ¿Usted dijo otros dos?—Preguntó Diego tras disculparse.

—No importa, salvamos a dos personas que casi se ahogan, habían salido flotando del Río del Sol, decían que Bern fue devastada y los atacaron orcos camino hacia otra ciudad—Explicó el Rey.

—¡Ahí está la prueba! ¡Deben ayudarnos!—Pidió Anglicabix.

—Y lo haremos, pero antes ustedes deben ayudarnos también—Pidió el Rey.

—¿Cómo?—Preguntó Frédek.

—Liberadnos del Leviatán, un monstruo marino que devasta nuestras ciudades—Pidió el Rey Irkantos.

—Considérelo hecho—Se jactó Diego.

Las sirenas los llevaron a una casita en la que podían descansar, ellas les explicaron que podían respirar debido a una hierba que les dieron mientras dormían y que su efecto duraba por un día o dos, todos estaban emocionados por que había una posibilidad de que Sesmar y Galbam estuviesen con vida, excepto por Anglicabix, que no los conocía.

A la mañana siguiente se despertaron y dos personas que conocían estaban desayunando en la sala.

—Hola amigos, ¿Como han estado últimamente?—Saludó Sesmar.

—Se ven algo sorprendidos de vernos—Le comentó Galbam a Sesmar.

—¡Estaís vivos!—Exclamó Merkel.

—¿Por qué no habríamos de estarlo?—Preguntó Galbam sarcásticamente.

—Nos preocuparon cuando no llegaron a Hámzterdan y después en la batalla un orco dijo que los había asesinado—Explicó Javier.

—Por favor diganme que mataron a ese infeliz—Dijo Sesmar.

—Por supuesto—Aseguró Diego.

—¿Y qué les sucedió?—Inquirió Frédek.

—Estábamos huyendo sobre el caballo a toda velocidad cuando dos orcos montados en huargos nos atacaron—Explicó Galbam—Sesmar intentó llegar lo más rápido posible a Hámzterdan pero terminamos frente a un barranco sobre el Río del Sol.

—¿Los obligaron a lanzarse?—Preguntó Anglicabix horrorizada.

—No señorita élfica—Negó Sesmar haciendo una reverencia—Intenté saltar el espacio que había sobre el río, pero un huargo nos hizo caer del caballo y caímos al río, que por suerte desembocaba en el mar y las sirenas nos encontraron.

—Nosotros también tenemos algunas historias para contar—Dijo Javier.

—¿Cómo cuáles?—Preguntó Galbam interesado.

—Galelor, Alerión, Agarer y Ramen están con vida—Informó Merkel.

—¡Eso es genial!—Exclamó Sesmar levantándose de su asiento—¡Ellos son muy poderosos!

—¿Por qué habrían de estar muertos?—Preguntó Galbam.

—Gil-Garald los corrompió y los controla—Explicó Diego.

—Y Hámzterdan fue destruida—Añadió Anglicabix—Bueno, no toda, como casi la mitad.

—¿Pero por qué Gil-Garald estará atacando estos pequeños pueblos?—Dudó Sesmar.

—Está buscando espadas mágicas para abrir un portal hacia Darruzal—Le respondió Diego—Y nosotros estamos aquí para evitarlo.

Siguieron conversando por un rato largo y los pusieron al tanto de todo lo que había ocurrido estos últimos días, después Sesmar y Galbam les mostraron la ciudad, las personas, la comida, las tradiciones y demás.

Ese día y el siguiente lo pasaron disfrutaron lo que la maravillosa civilización de las sirenas podían ofrecer.

El Rey Irkantos los llamó a una audiencia y todos asistieron, el mismo les dio toda la información que necesitaban sobre el Leviatán, luego, nuestros amigos, guiados por la sirena llamada Mariel a la guarida del Leviatán

—Intenten hacer el menor ruido posible, el Leviatán podría escucharnos—Advirtió Mariel.

—Está bien—Finalizó Sesmar en un susurro.

Siguieron su camino, al ver una gran fisura en la corteza marina se detuvieron a descansar, comieron unas percas y un poco más de la hierba de respiración, llamada Briherb.

Mientras descansaban pudieron darse cuenta de muchas cosas, la vegetación no crecía por esta zona y los animales se alejaban asustados.

Repentinamente, el lecho marino se empieza a fracturar y el agua empiezan a vibrar, se puede escuchar un gran estruendo, el nivel de agua bajo rápidamente, era un tsunami y ellos lo estaban viendo desde abajo, además de la grieta salió un monstruo gigantesco, media, casi un centenar de metros, su boca tenía dos deformados colmillos que eran del tamaño de un roble, su cuerpo estaba recubierto con los restos de navíos y los cadáveres de sus tripulantes.

—¡La corriente... Es muy... Fuerte...!—Exclamó Galbam.

Mariel clava su lanza en el suelo y se sujeta a ella con toda su fuerza, Sesmar hace lo mismo con su tridente y Frédek se sujeta al pie de Sesmar, en cambio, los demás son arrastrados a la superficie y llevados por la inmensa ola.

El poderoso leviatán observa a las tres personas que no fueron arrastradas y se lanza sobre ellos, pero Sesmar y Frédek se sujetan a Mariel y huyen lo más rápido que se puede hacia la fisura de la que el leviatán salió.

Sin embargo, la velocidad de una sirena no puede ser comparada con la de tal poderosa criatura, Mariel sabe esto y cuando siente que el leviatán está sobre ellos se esconde en una pequeña gruta con Frédek y Sesmar.

—¿¡Qué hacemos!?—Preguntó Frédek muy exaltado—¡Vamos a morir!

—Mientras estemos calmados todo estará bien—Intentó Sesmar tranquilizar a Frédek.

—Tengo una idea, pero no creo que les guste—Opinó Mariel.

La inmensa ola devastó todo a setenta metros de la costa y en el medio de todo eso estaban Galbam, Anglicabix, Javier, Diego y Merkel todos heridos y con agua en los pulmones. Inconscientes de todo lo que sucedia bajo el agua, tendrían mucha suerte si lograban sobrevivir.

LexodiaWhere stories live. Discover now