En Búsqueda de las Espadas

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Sesmar, Elemor, Igliane y Nishel estaban reunidos cuando Alerión y compañía entraron en la habitación.

—Debemos firmar la paz con el Imperio Varione. —Dijo Alerión nada más entrar.

—¿Cómo dices? —Dudó Nishel —¡No podemos rendirnos!

—Concuerdo. —Afirmó Igliane.

—¡Rendirnos no! ¡Firmar paz! —Rectificó Anaid —¡Si no moriremos todos!

—¿Gil-Garald? —Inquirió Sesmar.

—Peor. Lo que ha liberado. —Explicó Diego.

—¡Son demasiado horribles! —Masculló María.

—¡Pero expliquense bien! —Pidió Elemor ya desesperado —¡Hablan mucho y no dicen nada!

—Simple de digerir. El dragón liberó a seis... Divinidades malignas las llamaría yo y debemos matarlas. Para eso necesitamos al Imperio de nuestra parte. —Resumió Ludwig con facilidad.

—Exactamente. —Confirmó Luis asintiendo.

—¿Divinidades? —Dudó Igliane.

—Al menos se ven más fuertes que el dragón. —Respondió Nicole.

—Posiblemente el Imperio junto a los enanos, elfos y ambas rebeliones no sean suficientes —Continuó Galaiz —Necesitaremos ayuda de los dioses.

—Tal vez incluso de todo el salón de Lexodia. —Añadió Diego.

—¿Espera? ¿Además de firmar la paz con nuestros enemigos dices que debemos traer a los dioses? —Cuestionó Elemor —¡Además no se puede llamar a los héroes de Lexodia a que te vengan a ayudar! ¡Los dioses no pueden intervenir en los asuntos terrenales empezando por ahí!

—Yo creo que si pueden —Reflexionó Sesmar —Al final estos seres podrían ser considerados divinidades.

—Que bajen entonces —Contestó Nishel —Pueden hacerlo.

—No es tan sencillo. Tenemos que recuperar todas las espadas. —Replicó Alerión.

—¿Y por qué? Al matar a Gil-Garald ellos bajaron —Cuestionó Elemor.

—Si pero teníamos todas las espadas en un mismo lugar. Gil-Garald había estado haciendo su ritual y supongo que al reunirnos se completó, lo que les permitió bajar. —Pensó Galaiz.

—¡Lo importante es que deben firmar la paz con el Imperio! —Recalcó Anaid.

Al finalizar la reunión, Sesmar fue hacia donde se encontraba Yiovenni, que estaba ensimismado en sus pensamientos.

—Yiovenni —Llamó Sesmar —Toma esta carta y hazla llegar al Imperio Varione.

—¿¡Quieres que vaya hasta Páramo Desolado!?

—No. Busca algún mensajero que se la entregue a algún embajador o que la quiera llevar directamente al Emperador. Cuento contigo.

—Si si ajá.

En doce días se presentó una comitiva del Imperio Varione frente a Bern.

Sesmar, Elemor y Galaiz se presentaron a la comitiva para negociar la paz. Se imaginarán la sorpresa de los tres al ver de líder de las negociaciones a Amel.

—Pensé que habías muerto. —Le dijo Sesmar al verlo.

—Frédek casi lo logra, pero fracasó. —Respondió el, lo que le valió un puñetazo que le rompió la nariz.

—Ignora eso al negociar. —Pidió Galaiz.

Una mujer entró a la sala con la armadura del Imperio Varione. Era Naileth.

—Antes de que digan algo, matar a Gil-Garald es más importante que nuestros pensamientos políticos. —Explicó Naileth rapidamente.

—En eso tienes razón —Respondió Sesmar apretando los dientes.

—Solo queremos que el Imperio reconozca a Bern y a las ciudades liberadas como independientes —Pidió Elemor colocando las manos en gesto de súplica —Además de obviamente firmar la paz con Elfenheim.

—Me temo que eso es imposible. —Negó Amel colocando los codos sobre la mesa —El Imperio ha de mantenerse unido.

—Si nos disgregamos las guerras entre humanos acabarán por matarnos con más rapidez que cualquier dragón. Incluso Gil-Garald. —Añadió Naileth.

—Ya me cansé de toda esta diplomacia. Observen. —Dijo Galaiz antes de levantarse y colocar sus manos en las frentes de ambos. Los recuerdos vistos en la torre de la Luna Azul fueron transmitidos a sus mentes.

—¿¡Qué estás haciendo!? —Exclamó Elemor.

—Les muestro lo que vimos —Respondió Galaiz separándose de ellos.

—Necesitaremos a Elfenheim y a los enanos para poder siquiera tener una oportunidad —Reflexionó Amel. —Una muy pequeña.

Se hizo un tratado muy justo en el que las ciudades obtenían su libertad pero que tenían que pagar por los daños causados al Imperio Varione. Elfenheim y el Imperio quedaban en paz absoluta.

Ahora solo era necesario buscar las espadas, cosa que Sesmar no le mencionó al Imperio no fueran a querer utilizarlas para fines bélicos en un futuro. Esta pequeña victoria contra el Imperio que tan cara les había salido le sentaba como si bebiera cuatro litros de esperanza pura, esperanza de que podrían sobrevivir a Gil-Garald.

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