Ascenso

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La montaña azul poseía una piedra lisa muy resbalosa. Luis escalaba clavando sus espadas gancho, era lento y cansado pero funcionaba. Lástima que los demás no tenían dos espadas, ellos tenían que escalar a la antigua, con pies y manos.

—Dudo mucho que Ramen haya escalado esta montaña —Comentó Anaid —Era un vago.

—Tal vez apareció allí arriba —Supuso Galaiz.

—¿Y no puedes teleportarnos? —Se quejó Diego —Sabes que me cuesta mantener el equilibrio.

—No veo ningún lugar lo suficientemente seguro para transportarnos.

Durante dos horas más siguieron subiendo antes de encontrar un lugar en el que pudieran descansar.

—¿Y qué si el Ojo no está en esta montaña? —Preguntó Luis.

—Bajaremos —Le respondió Alerión.

—Ya se nos va a acabar la comida —Informó Nicole.

—Comeremos nieve —Respondió Ludwig, irónico.

—No menciones a la nieve o harás nevar —Advirtió Anaid.

—Eso solo es superstición Anaid. No es como si dijera nieve y empezara a nevar —Se burló Diego.

Un copo de nieve le cayó en la nariz.

—No puede ser...

Decidieron continuar escalando para al menos avanzar unos metros antes de que la nieve les impidiera seguir. Afortunadamente lograron llegar a un punto donde la montaña no subía de forma tan vertical, sino diagonal en forma ascendente. Eso les permitió caminar sin más dificultades que la nieve.

—¿A quién... Se le ocurrió... Subir esto... Con nuestras armaduras... Y sin abrigar...? —Se quejó María mientras castañeaban sus dientes.

—¡Cierto que ustedes siguen sufriendo del frío! —Recordó Galaiz.

—Si no se hablan no hago nada —Añadió Alerión.

—Kaelentius Multiplaus Karporaus —Susurró Galaiz.

—Estoy muy segura de que ese hechizo no era así —Advirtió Anaid.

—Esa es una versión más potente —Explicó Alerión.

El calor que sintieron les permitió moverse con mayor facilidad. Ya no estaban tan cansados como hace unos minutos y sentían que podían llegar a la cima con sencillez.

—¿Es eso una torre? —Dudó Ludwig entrecerrando sus ojos al mirar una figura a dos kilómetros.

—No se que sea. Pero deberíamos ir hacia allá —Opinó Luis.

En una hora ya habían llegado a la entrada de la torre. Desde donde estaban se veía mucho más grande que desde lejos, incluso más de lo normal. Los copos de nieve parecían caer más lento cerca de la torre. Habían incluso unos que simplemente estaban estáticos en el aire y otros que subían de vuelta al cielo.

—Esto es raro —Comentó Ludwig tomando un copo del aire.

Entraron a la torre y lo único que había era una escalera de caracol que ascendía y ascendía hasta donde el ojo llegaba.

Comenzaron a subir por la escalera. Sabían que subían pero sentían que no avanzaban. Si miraban atrás veían que habían avanzado mucho, o tal vez nada. Era todo tan confuso.

Anaid vió a una figura andando frente a ellos. Se veía cansado. Su armadura de samurái le era muy familiar.

—¡Ramen! —Llamó Anaid antes de correr hacia el, pero la figura desapareció —¿¡Lo habéis visto no!?

—¿A dónde se fue? —Se preguntó Diego.

—Solo... Desapareció...

Siguieron subiendo y subiendo. Las paredes tenían esculpidas bastantes escenas de batallas, viajes, tratados, territorios y ciudades. Seguramente un historiador reconocería y disfrutaría mucho de ellas, pero ni siquiera Ludwig sabía que contaban las imágenes.

Finalmente llegaron a la cima de la torre.

—¡Ya están aquí! ¡Bienvenidos! —Saludó el Ojo alegrado por la precencia de ellos.

—¿Sabía que veníamos? —Dudó Galaiz sorprendido.

—¡Oh por supuesto! ¡Los he estado observando desde que Diego recibió su pesadilla!

—¿Cómo sabe que tuve una pesadilla? —Inquirió Diego con inquietud.

—¿Es usted el Ojo? —Preguntó Galaiz antes de que la pregunta de Diego fuera contestada.

—Afirmativo. Aunque seguro ya lo sabías.

—¿Esta es la máquina con la que ayudó a Ramen? —Preguntó Anaid señalando el aparato que el Ojo tenía tras de si.

—En efecto. Con el puedes observar todo en todos lados.

—¿De verdad? ¿Hasta dentro de templos y ruinas? —Dudó Ludwig con un brillo en sus ojos.

—Todo.

—Volveré después en ese caso.

—¿Buscan a Gil-Garald y a sus monstruos no? —Inquirió el Ojo.

—En realidad no. Ya los encontramos. Lo que queremos saber es quienes son esos monstruos —Explicó Alerión

—¡Incluso más sencillo de lo que imaginé! —Exclamó el Ojo.

Presionando ciertos botones, el Ojo activó un rayo de luz que se transformó en seis bestias diferentes.

Valderón, una especie de mil piés gigantesco cuyas fauces disparaban ácido. Era la representación del horror sobre la tierra.

Nauklasonir, un gigante de un solo brazo y pierna que se arrastraba por el suelo empuñando un espadón. El era aquel abría la tierra y partía las montañas.

Harme, una abominación que era el cruze entre un lobo gigante y un calamar. Era la bestia que devoraba a los muertos abandonados por los dioses.

Kyulian, una mujer hermosa que medía cuatro metros de piel gris con agudos colmillos y alas de murciélago. Empuñaba un tridente de seis puntas y era la reina de los demonios.

Tarantaña, un gigantesco monstruo parte araña, escorpión y medusa. Un ser destinado a comerse todo lo que viera.

Y finalmente Shravúk, un inmenso ser negro que por alguna razón parecía incompleto. Cargaba un látigo y era conocido como el azote de los dioses.

—¿Y contra esto hemos de enfrentarnos? —Cuestionó María preocupada.

—Y al Imperio —Recordó Luis —No lo olvides.

—Y a Gil-Garald —Añadió Nicole —El dragón oscuro es la razón por la que todos estamos aquí.

—Mientras más grande la hazaña, mayor la estatua y los cuentos que existirán después —Sentenció Diego con una sonrisa que realmente parecía sincera.

LexodiaWhere stories live. Discover now