Las prisiones de Aluim

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Diego fingía ser el sirviente de Elemor, pero en realidad planeaban un atentado contra Aluim y como liberar a Sesmar, Frédek y compañía. Elemor y Diego tenían horas discutiendo sobre como liberarlos.

—¿Por qué no hacemos que escapen?—Preguntó Diego—En ves de que los dejen en libertad.

—¿Hablas de una fuga?—Dudó Elemor.

—Exactamente—Afirmó Diego.

—Imposible, las prisiones de Galalid son de las mejores—Contestó Elemor.

—¿Y si le decimos al Capitán de la Prisión que van a ser ejecutados públicamente y en ese momento los liberamos?—Opinó Diego.

—Es riesgoso, pero hay que intentarlo—Respondió Elemor—Casi imposible según lo que se, pero con planeación es posible.

—Tiene que ser ahora mismo, el ataque de los enanos será en unas horas—Puntualizó Diego.

—Tendrá que hacerse—Finalizó Elemor—Aunque no me guste mucho esa idea...

Las prisiones de Galalid se destacaban del resto de prisiones de Isla Lukai en que las celdas estaban mayormente bajo tierra y lo que sobresalía eran torres de vigilancia, barracas y talleres para reparar a los famosos autómatas guardianes.

Elemor y Diego fueron donde el capitán de la prisión; las celdas estaban llenas de individuos, pocos culpables, muchos inocentes, se veían demacrados, hambrientos y sedientos; en una celda destacaban seis individuos, uno de ellos le dedicó una sonrisa a Diego, el cuál reconoció a Galelor en un instante. Algunas cicatrizes y manchas negras se veían con mayor claridad en su pálida piel. Ahora que lo notaba los cuatro generales estaban así y en Hámzterdan no poseían las cicatrizes, quizás sea porque estaban drenando la energía oscura. Cuando un dragón te hipnotiza y te otorga una gran cantidad de energía oscura quedan secuelas, unas más perturbadoras que otras.

—Me quedare aquí, tengo asuntos pendientes que atender—Pidió Diego.

—Está bien, yo resolveré unas cuestiones con Morel—Afirmó Elemor.

Elemor se va y Diego se queda a hablar.

—Veo que sobreviviste al roce de mi espada—Comentó Agarer levantandose al ver a Diego en una pieza.

—Siempre te dije que yo era más resistente de lo que parecía—Le respondió Diego con una media sonrisa recordando el pasado.

—¿Sin rencores?—Preguntó Agarer.

—Sin rencores—Aclaró Diego.

—¿Y Javier?—Preguntó Galelor.

—Murió—Respondió Diego con tristeza—Nada que ver con ustedes.

—¿¡Javier está muerto!?—Preguntó Sesmar agitado—¿¡Cómo sucedio eso!?

—Murió por unos tsunamis, supongo que causados por el Leviatán.

—Al menos se puede decir que lo vengamos—Añadió Frédek—Nuestras acciones causaron que el Kraken matara al Leviatán.

—Aún así, su muerte a la larga fue culpa de Gil-Garald—Contestó Diego—Pagará por ella con creces, lo juro sobre los salones dorados de Lexodia.

—Ten mucho cuidado cuando juras sobre cosas tan altas Diego, porque la desgracia persigue a quien no lo cumple—Advirtió Alerión.

—Descuida—Desestimó Diego—No romperé mi juramento.

Elemor llegó con Morel, el cual apago momentáneamente la pared mágica de la celda y les lanzó unos grilletes, luego la volvió a encender antes de que pudiesen siquiera moverse.

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