«lugar público»

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Vivir solo en un país extranjero es complicado y mucho más cuando no tienes familiares en tal dichoso país. Christopher se mudó para Estados Unidos cuando cumplió 18 años para ayudarle a su familia y buscar un mejor futuro. Ha tenido altas y bajas durante el tiempo que ha estado aquí.

Por fin, después de tres años de estar trabajando cada día tiene suficiente dinero para regresar a Loja. La única persona que sabe de su visita es su hermano, ya que le quiere dar una sorpresa a su mamá y abuelita. Al llegar a Loja compra dos ramos de rosas y va para su antigua casa. Con manos temblorosas toca la puerta y puede escuchar los pasos de alguien acercarse. Su mamá abre la puerta y se pone a llorar cuando lo mira.

—Hola mamita. —le susurra, abrazándola fuerte.

—Mi amor. —su mamá lo abraza más fuerte. —¿por qué no me avisaste que venias? —

—Quería que fuera sorpresa. —él le besa la frente. —¿esta la abuelita? —

—Si, en la sala. —

—Okay, deja le digo hola. —le da otro beso antes de caminar para la casa.

Su abuelita está concentrada leyendo un libro y no se ha dado cuenta que él está allí. Se acerca lo más que puede sin hacer ruido y la abraza. No hace falta decir que la señora Piedad está muy feliz de ver a su nieto.

Descansa unas horas antes que David lo llame para que salieran. Había que celebrar que su pelita está de regreso en Ecuador. Toma una ducha y se arregla lo mejor que puede ya que su amigo le dejó saber que traería a unas amigas. Lo último que se pone es colonia, una que otra chica le ha dicho que esa colonia huele muy bien en él. Se mira al espejo una vez más, acomodando su gorra. Se despide de su familia, no sin antes recibir el típico sermón por parte de su madre.

Al llegar a la casa de David se encuentra con que tiene una fiesta armada y no solo serán él y sus amigos. Reconoce a uno que otro y a los que no, David se los presenta. Una pelinegra entra a la sala, caminando como si fuera la dueña del lugar y eso le llama la atención al castaño. Vuelve a ver a David, quien solo le mueve las cejas pícaramente.

—Sigue igual de linda. —por fin se atreve a decir.

—Creo que aún más. —David la recorre con la mirada.

—Hey, no hagas eso. —le da un manotazo.

En toda la fiesta la pelinegra no se acercó a él y eso lo saco de orbita un poco. Al ver que ya se estaba despidiendo de las personas con quien estuvo toda la noche decide hablarle.

—¿Ya te vas y sin saludarme? —le da una de sus mejores sonrisas.

—Hola Chris. —la chica lo saluda.

—Hola hermosa. —la saluda de beso en la mejilla. —¿por qué no me saludaste antes? —

—No pensé que te acordaras de mí. —

—¿Como que no? Si íbamos al mismo colegio. —

—Simplemente no lo esperaba ...—le dio una sonrisa de lado.

—¿Ya te vas? —pregunta, viendo su chaqueta en sus manos.

—Sí, tengo que ir a la universidad mañana. —frunce el ceño.

—Oh... —se muerde el labio inferior nerviosamente. —¿quieres salir conmigo después de la universidad? —

—Hm... —

—Anda, vamos ... di que sí. —le pone sus mejores ojos de perrito.

—Okay, mañana a las 6 de la tarde. —

𝖔𝖓𝖊 𝖘𝖍𝖔𝖙𝖘 • 𝕮𝖍𝖗𝖎𝖘𝖙𝖔𝖕𝖍𝖊𝖗 𝖁𝖊𝖑𝖊𝖟 • +𝟷𝟾Where stories live. Discover now