«rudo»

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Christopher Vélez es el dueño de uno de los prostíbulos más exitosos en la "Zona Roja". Esa zona dónde la oscuridad cubre los peores pecados que la gente juzga día con día; se escuchan las palabras más vulgares jamás escritas por cada rincón. Los propietarios de los demás establecimientos siempre han querido saber cómo le hace Vélez para mantener su negocio prosperando cada día más y más. Y hay una simple razón para eso...

Él no folla con ninguna de sus trabajadoras.

Sabe que la combinación de placer y negocios es algo letal. Algo de lo que se ha mantenido alejado desde que abrió su negocio. Varias veces le han hecho propuestas indecentes, él ha dicho no a todas. Aunque ha sido tentado por doblar por la mitad y follar hasta el olvido a una de sus más recientes adquisiciones. Una pelinegra con ojos avellanas, labios rojos y curvas peligrosas.

Desde que llegó la demanda por ella ha crecido drásticamente, ninguna de sus mejores empleadas ha tenido tanto excito en tan poco tiempo. Y sin él poder evitarlo ha dado un trato especial a la pelinegra desde que llegó.

—¿Me mando a llamar patrón? —la pelinegra entra a la oficina sin tocar la puerta.

—Si, pasa. —Christopher pretende que está revisando unos papeles.

La pelinegra cierra la puerta detrás de ella, caminando a pasos lentos. Ella ya está lista para trabajar, trae puesto un sostén de encaje color vino y unas diminutas bragas que apenas cubren su vulva. Se sienta en la silla de enfrente, cruzando sus piernas, dejándolas a plena vista. Disimuladamente Christopher se lame los labios, aun pretende que está revisando unos papeles.

—¿Estoy en problemas patrón? —dice en un tono ronco, haciendo que su miembro despierte a tan excitante sonido.

—No, ojitos bonitos. —responde en un tono seductor, sabiendo que a ella le gusta que le diga así. —De hecho, Smith te ha pedido para toda la noche y quiere que vayas a su casa... —

—¿A su casa? —espeta frustrada. —¡oye no! —se cruza de brazos, poniendo cara de enfado.

—¿Disculpa? —el castaño pregunta en un tono burlón. —no es una opción, el tipo ya pagó y pagó extra para que fueras a su casa... sacaras una buena comisión por esto. —

—Sabes que cuando quieren que vayamos a su casa es porque quieren ser más agresivos con nosotras, ¿no? —golpea el escritorio con fuerza.

—Bájale dos rayitas a tu show. —la mira con el ceño fruncido.

—¿Como que "bájale dos rayitas a tu show"? Ese hijo de puta me dejo varios moretones la ultima vez. —se pone de pie enfrente de él.

Los ojos pardos del castaño recorren su cuerpo, tratando de ver su ella tiene algunos moretones de los cuales él no está consiente de. Cualquiera diría que está preocupado, pero en realidad no le gusta que las chicas trabajen cuando están golpeadas, aunque se los puedan cubrir con maquillaje. Esa es otra de las razones por las cuales su negocio es exitoso. Recorre sus trabajadas piernas, imaginándose como seria recorrer cada centímetro de estas con su húmeda lengua.

—Yo te veo bien. —dice en tono arrogante.

—Por supuesto me ves bien idiota, eso paso la semana pasada y se cómo deshacerme de ellos. —bufa por lo bajo, poniendo sus ojos en blanco.

—No sé cómo te aguantan con esa puta actitud. —vuelve a ver a los papeles enfrente de él otra vez.

—Porque soy la mejor en esto, guapo. —rodea el escritorio hasta quedar a un costado del castaño. —¿has estado bebiendo? —pregunta con el ceño fruncido al sentir el olor a alcohol en él.

𝖔𝖓𝖊 𝖘𝖍𝖔𝖙𝖘 • 𝕮𝖍𝖗𝖎𝖘𝖙𝖔𝖕𝖍𝖊𝖗 𝖁𝖊𝖑𝖊𝖟 • +𝟷𝟾Where stories live. Discover now