nueve

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"Let's go for them"

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"Let's go for them"


63 Horas de Atraco


— Que me lo des, joder

Estaba de pie frente al escritorio donde se encontraba Berlín, ya vestido y con una gran sonrisa burlona en su rostro. Mi cuerpo estaba cubierto por el overol hasta las caderas, donde también descansaban mis manos, dejando la piel de mi torso al descubierto sin sentir ni un poco de pudor a que siga pudiendo contemplarme media desnuda.

Ya van veinte minutos de esta situación, yo repitiéndole a Berlín que me entregue mi sostén para poder terminar de vestirme pero solo recibo chistes o comentarios irónicos de su parte, disfrutando de su propio juego.

— ¿Qué obtengo yo a cambio? —pregunta alzando una ceja y juntando sus manos por encima del escritorio.

— No lo sé, pero te diré que obtendrás si no lo haces —dije mientras pasaba algunos dedos por mis cabellos, para tratar de peinarlo un poco— Mi pie en tu cara.

— Me gusta lo agresivo

— ¿Sabes qué? —lo mire comenzando a ponerme bien el overol, sin importarme si tenía algo o no debajo de el— Quédatelo, considéralo un recuerdo.

— ¿No vas a despedirte? —dice viendo como cogía y colgaba mi fusil en el hombro.

— Tengo que hacer mis rondas —lo miro una última vez antes de cerrar la puerta tras de mí.

Comienzo mi camino por los largos pasillos de la fábrica, hacia una de las grandes escaleras que conducían hacia los pasillos inferiores de las oficinas, donde se encontraban algunos de los rehenes preparándose para dormir.

— Mérida —el acento ruso de Helsinki me detiene a mitad de camino— Arturito quiere ver a su mujer.

— ¿Y es tan inútil que necesita dos escoltas?

Comienzo a seguirlos hasta la bóveda donde se encontraba la rizada, el camino es totalmente silencioso. De vez en cuando empujo levemente con mi fusil la espalda de Arturito, para apresurar su paso y para reprimir las ganas que todavía tengo de romper todo a mi paso.

— ¿Es tu mujer? —la voz de Helsinki me saca de mis pensamientos dejándome oír los pequeños y bajos jadeos que se escuchaban a la vuelta del pasillo, proviniendo de la bóveda.

— No, Mónica no es de montar espectáculos —niega Arturito luego de unos segundos de silencio— Debe ser una de tus compañeras.

Luego de intercambiar una mirada cómplice con Helsinki, me coloque detrás de la puerta de la bóveda imaginándome lo que probablemente esté pasando allí dentro; el gilipollas de Denver follandose de nuevo a Mónica, luego de llorarme que no entendían como llegaron a esa situación la primera vez. Carraspee y de un tirón abrí la pesada puerta.

Mérida ||Denver||Where stories live. Discover now