diecisiete

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"And are you going to tell me your real name, Ricky?"

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"And are you going to tell me your real name, Ricky?"



128 Horas de Atraco


— ¿Escuchas? —inquiere Denver, luego de unos minutos.

Me vuelvo a poner de pie y me acerco lentamente hacia la puerta del fondo.

Disparos. Muchos disparos.

— ¿Tokio y Rio ya pusieron los explosivos? —pregunto.

— Joder.

Sin esperar más, ambos nos dirigimos a toda prisa hacia la habitación de control. Increíblemente no nos cruzamos a nadie por el camino, o estábamos tan apurados que no prestamos la suficiente atención.

El día más agitado de toda mi jodida vida.

Con un fusil cada uno nos dirigimos nuevamente hacia donde antes, solamente que me detuve para coger una AK-47, por lo que me colgué el fusil en la espalda.

Corrimos lo más rápido que nuestras piernas nos lo permitían, guiándonos por los sonidos de los disparos. Llegando casi al final de la fábrica, en aquel sótano, donde anteriormente ya había sucedido un tiroteo.

Nos detuvimos en la puerta de entrada, justo al principio de las escaleras y detrás de unas góndolas. Desde nuestra posición se veía perfectamente a Tokio tirada en el suelo y a Rio con las manos en alto tratando de protegerla. No era muy difícil deducir que los policías se encontraban frente a ellos, seguramente armados y sin una pizca de ganas de querer dialogar.

— Yo te cubro —murmuro cargando el arma.

— ¡Rio! —grita Denver haciéndose presente ante la multitud— ¡Abajo! ¡Abajo!

Inmediatamente y de forma coordina, con Denver bajamos de las escaleras y comenzamos a disparar hacia los polis. El ojiazul se encontraba de pie, detrás de nuestros compañeros, y yo me encontraba escabulléndome entre los estantes sin ser vista, disparando a los pies de los trajeados negros.

En una cuestión de segundos, Rio pudo recuperarse y coger uno de los escudos blindados de los policias, y mientras que se cubría tanto a él mismo como a Tokio, comenzó a disparar nuevamente.

Cuando Denver se colocó detrás de unas cajas para poder recargar su arma, no dude en ponerme en su anterior posición para continuar disparando pero con un mejor ángulo. 

Los cartuchos volaban a la velocidad de los incontables disparos, produciendo un interminable eco junto a los diversos gritos de todos los presentes.

— ¡Tokio! —grité cuando arrojé mi fusil en su dirección, y está muy gustosa lo cogió enseguida.

Al ser mi turno de recargar, Denver se paro junto a mí para continuar disparando.

Mérida ||Denver||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora