dieciséis

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"My name is Irene García"

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"My name is Irene García"



125 Horas de Atraco


Personalmente no creo en ningún Dios, pero tampoco niego la existencia de uno.

Sea cual sea el ente superior a todos nosotros, le agradezco por haber mandado a Rio para intercambiar puestos.

Desde hace ya unas horas el menor se encuentra picando la tierra allá abajo, junto a Denver. Mientras, yo soy la encargada de juntar toda la tierra y rocas derramadas en una cubeta de metal, subirla, y desechar el contenido fuera de la bóveda.

A esta coordinación yo le llamo trabajo en equipo.

He de admitir que el calor me está matando. Mis brazos arden al tener que cargar el pesado balde de arriba hacia abajo repetidas veces, y sin hablar de mis piernas por el continuo viaje. Mi cabello ya se encontraba mojado y en una coleta tirante pero desprolija para que no me estorbara, ni me causara más calor.

Si ya soy delgada, con este ejercicio voy a desaparecer. Pero todo sea para salir de una puñetera vez de este lugar.

Sacudo mis brazos y vuelvo a coger la cubeta ya vacía, la cuelgo en mi hombro una vez que me aferro a las escaleras para volver a descender.

Cuando me encuentro detrás de aquellos chicos, semidesnudos a causa del calor, me detengo y espero a que se junte un poco más de tierra. Los jadeos por los movimientos y el cansancio son constantes, pero aun así ninguno baja el ritmo.

— ¡Para! ¡Para! —grita Rio deteniéndose de golpe y apoyando su cuerpo en lo que todavía quedaba como pared.

— ¿Qué haces? —cuestiona Denver, también deteniéndose.

— Escucha —le responde el menor.

Inmediatamente Denver deja de hacer su trabajo y se coloca en la misma posición, guardando silencio.

Frunzo el ceño mientras los observo hacer, literalmente, nada.

Al ver la cara de confusión de ambos me inclino hacia delante y trato de apoyar mi cabeza sobre el mismo lugar que ellos.

Golpes.

Golpes parejos.

No se escuchan ni muy alto, ni muy bajo. Pero se escuchan.

— Son ellos —murmuro sonriendo, feliz

— Son ellos —repite Rio, sacudiendo mi hombro.

— ¿Cuánto crees que falta? —pregunta Denver dirigiéndose al menor.

— ¿Treinta o cuarenta centímetros? —rie contestándole.

Mérida ||Denver||Where stories live. Discover now