veinticuatro

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"To heal a wound, you have to stop touching it"

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"To heal a wound, you have to stop touching it"



Desperdiciar más de diez minutos en la ducha está más que mal, lo sé, pero no hay nada que me relaje más que sentir el agua caliente golpeando todos los rincones de mi cuerpo.

Sentir como mis músculos y mi mente se relajaban, dejando como música el golpeteo de las gotas caer contra la fría cerámica del suelo.

Completamente empapada y con los ojos cerrados, me doy el gusto de disfrutar de la calma que siempre me invade cada vez que me encuentro en esta situación.

Calma. Me costó años encontrarla. Cada vez que desaparecía salía a buscarla nuevamente. Por eso, en estos momentos cuando soy consciente de que finalmente puedo disfrutarla por completo, me doy el gusto de respirar y pensar.

Se llama calma cuando el silencio se disfruta, cuando los ruidos no son solo música.

La calma y tranquilidad con uno mismo llega con los años, cuando la ambición da lugar al silencio y a la sabiduría.

— ¡Irene! —escucho por segunda vez el llamado de mi pareja, por lo que paso unas cuantas veces mis manos por mi rostro para poder abrir los ojos sin molestia mientras que peinaba todo el cabello hacia atrás— Irene.

El último llamado se escuchó con mas eco de lo normal, lo que me dejó suponer que mi pareja había ingresado al cuarto de baño; por lo que me asomé por unos lados de la ducha, corriendo brevemente la cortina para poder asomar mi cabeza, mientras veía como Daniel volvía a cerrar la puerta detrás de él.

— ¿Qué sucede? —pregunto viendo su leve mueca de preocupación.

— Estaba buscándote.

— Bien, me encontraste... —suspiro observando la situación completamente confundida— En la ducha... 

Mi pareja no me responde, al contrario, comienza a deshacerse de su ropa mientras que se quitaba torpemente los zapatos.

— ¿Qué haces?

— Tomar una ducha —dice corriendo completamente la cortina para poder ingresar a la bañera— Contigo.

Alzo unas cejas ante las notoriamente falsas intenciones de Daniel, y las confirmo cuando sus manos se dirigen a mi mandíbula y cuello para acercar mi rostro hasta el de él, estampando nuestros labios en el proceso.

Como era de esperar, nuestros ya conocidos labios no tardaron en conectarse; moviéndose de una forma para nada coordinada, ya que como era obvio, Daniel vino con otras intenciones a la ducha.

Cuando nuestras lenguas se juntaron retrocedí unos pasos para poder quedar los dos completamente debajo del agua artificial, mientras que subía mis manos hasta su cabeza para poder revolver sus rulos y mojarlos en el proceso.

Mérida ||Denver||Where stories live. Discover now