catorce

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"I can only feel guilt"

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"I can only feel guilt"


101 Horas de Atraco

Para que se te caiga la vida en pedazos da igual que estés en un baño, en un atraco o en la entrada de un penal.

A Tokio y a mí se nos estaban por sincronizar las desgracias. Ambas esposadas y, ya con totalidad de ropa que nos ha sido prestadas, siendo guiadas hacia el furgón del Cuerpo Nacional de la Policía.

Caminábamos siguiendo las instrucciones que nos había dado en Toledo el profesor, pero sin certeza alguna.

Sintiéndome inútil, como anestesiada, como una botella que alguien había arrojado al mar. Sin tener idea de si iban a recoger esa botella al otro lado

"Si os cogen, a las veinticuatro horas de ser detenidos decís que queréis hacer un pacto, que querréis declarar pero ante un juez. Y no tendrán más remedio que llevaros a la Audiencia Nacional. Es posible que en ese traslado yo pueda hacer algo por vosotros"

Recordaba nuevamente la explicación del Profesor.

Por eso, junto a Tokio, íbamos hacia el juzgado con la esperanzo de que el ángel de la guarda con gafas supiera el itinerario que iba a seguir aquel furgón y nos salvara la vida.

Ambas somos introducidas, con un poco de brusquedad, al fondo del transporte. Una al lado de la otra. De espaldas a los asientos delanteros, pero frente a la puerta trasera. Con dos polis, uno frente cada una.

Mi cabello cae a los costados de mi rostro ya que mi mirada se encuentra en el suelo. Mis muñecas ardían y mis brazos estaban entumecidos por la posición en mi espalda al ser sostenidos por las esposas.

Es complicado tener esperanzas en un furgón, presa y esposada, junto al compañero que menos soportaba del atraco.

Cuando las sirenas comienzan a sonar es cuando levanto la cabeza, solo para observar como cerraban desde afuera las puertas negras.

• • •

No tengo idea de cuánto tiempo llevamos aquí y ni que tanto nos hemos alejado, pero la ansiedad que me provocaba este incomodo encierro era más grandes que esas dos incógnitas.

Tokio no dejaba de mover hacia arriba y abajo su pierna izquierda, logrando que el repiqueteo golpee mi pierna derecha. Ese golpe constante hace que inhale fuertemente, ya me era molesto y no podía moverme ni un centímetro ya que el espacio era bastante reducido para la cantidad de personas presentes.

Matar a Berlín y golpear a Tokio son las cosas que hacer en mi lista para cuando me libre de esto.

Poco a poco, se siente como el furgón comienza a descender la velocidad hasta frenar bruscamente, provocando que nuestros cuerpos se agiten hacia delante y atrás.

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