Capítulo 8|La Cosecha

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Los últimos dos meses de mi vida se han pasado tan deprisa que me cuesta creer que mañana es el día de la Cosecha. Que mañana es quizás, la última vez que despierte en mi cama, que me siente en la mesa con mi familia, y que vea mi hogar.

—¿No fuiste a entrenar hoy?—me pregunta papá, al verme sentada sola en el comedor.

En los últimos meses he retornado al entrenamiento, y podría decir que físicamente la Vencedora que coronaron cuatro años atrás ha vuelto, pero hoy no tenía ánimo alguno para asistir.

Solo quiero despedirme de todo.

—Papá—digo, sintiendo que el corazón se me parte en dos. Sí no voy a volver, al menos debería decirlo todo antes de irme—. Cuida de ellos por mí. Mamá y Jason te van a necesitar mucho cuando me vaya.

Veo a papá mirarme fijamente, no se molesta en limpiar las lágrimas que bajan por su rostro. Por un segundo creo que me dirá algo, pero no lo hace, se aleja de mí mientras las lágrimas bajan cada vez más rápido.

Acaba de huir de la misma forma en la que mamá y mi hermano lo hicieron hace menos de una hora. Les dije qué quería estar sola, tan sólo por ésta noche. 

El sentimiento de vacío da vueltas dentro de mí, estoy en el inminente fin de todo. Mientras permanezco ahí en silencio, me permito recordar la última vez que estuve en la Arena.

En mis recuerdos sólo hay muerte y sangre, caos y destrucción, todo lo que la Reina Roja es. El Capitolio me cree inquebrantable, mortífera, calculadora e invencible. Soy un desastre, un monstruo. Nadie decente gana los Juegos, y yo soy la prueba andante.

Me levanto de la mesa al oír el toqueteo en la puerta, el cielo está completamente oscuro y gruesas nubes cargadas de agua se asoman a través del horizonte. Será una noche muy fría.

—Enzo, ¿Qué sucede?—pregunto al verlo de pies ante mi puerta. Tiene el cabello chocolate húmedo, y los ojos azules rojos. Un potente aroma a alcohol se desprende de él.

—Vas a volver—me dice—. Vas a volver a la Arena, y nunca te dije lo mucho que te quería, Alyssa.

Me quedo petrificada en el marco de la puerta.

—Te he querido desde el primer día en qué te vi—confiesa, completamente ebrio—. Eres mi familia, lo único que tengo, y ahora te voy a perder.

—Enzo...,—intento decir, pero él me interrumpe.

—No—dice—. Alyssa, no digas nada—me pide—. Sólo escúchame, escúchame porque mañana ya nada será igual—comienza a llorar—. No mereces esto, ninguno de nosotros merece esto...—su cuerpo se sacude en sollozos cargados de histeria. Lo abrazo con fuerza porque es lo único que se me ocurre.

Lo guío hasta la habitación de huéspedes al final del pasillo, me siento en la cama luego de recostarlo. Acaricio su rostro con la punta de mis dedos, al igual que yo, Enzo no posee el aire característico de nuestro Distrito, que es el predominante cabello dorado. En el Capitolio todos dicen qué es muy guapo, y lo cierto es que es así. 

Pero está tan destrozado.

Se aferra mí mano con fuerza, y entonces sucede, lo que marca un antes y un después en nuestra relación.

Sus labios buscan los míos a través de la oscuridad. En mucho tiempo jamás había dado un beso con el que me sintiera tan agusto, un beso que quisiera dar tanto. Sus manos acarician mi cabello con delicadeza, su tacto me es reconfortante.

He querido esto desde hace mucho tiempo, pero jamás me había atrevido a pedirlo.  Creí que me iría mejor sí ignoraba el mundo de mariposas que había llegado a sentir por él, y con el tiempo, las mariposas desaparecieron, aunque no del todo, porque ahora, siento que me deshago con su cercanía.

The Red Queen- Finnick Odair| The Hunger Games|Where stories live. Discover now