Capítulo 21| La lluvia de sangre

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Mi nombre en la voz de Gladio es una de las maneras más crueles que pensó el Capitolio para torturarme. Desde los charlajos no logro sacarmelo de la cabeza, ¿De dónde han sacado su voz? Todas las cosas que oí fueron palabras que él jamás me dijo.

Gladio jamás me culpó por su muerte, ¿Por qué el Capitolio quiere herirme con eso? Ciertamente sí fue mi culpa, pero eso lo he sabido desde que abandoné la Arena cinco años atrás.

Mi atención vuelve a enfocarse en las personas junto a mi, en especial en Peeta Mellark, que se ha sentado a mi lado y extiende algo en mi dirección.

—Creo que esto te pertenece.

—Ya no—respondo cortante. Me incómoda mucho el hecho de que él esté tan cerca de mi, y hablándome mientras su pareja sentimental cuenta las flechas que tiene en el carcaj—. Es decir, era mío, pero ya no lo quiero.

—Lo vi en la arena, y creí que se te había caído—explica Peeta, tiene el pin dorado de Gladio en la palma de la mano—. ¿Te molesta que me lo quede?

—No—digo, y de inmediato noto una punzada en el corazón cuando lo hago. Cuando desperté por la mañana sentía la necesidad de deshacerme de él, de lo que representaba y sobretodo de a quien me hacía recordar. Arrojé el pin a la arena, confiada de que el mar eventualmente se lo llevaría. No esperaba que Peeta o alguien lo recogiera—. Era de mi compañero, en mis Juegos. Zachary me lo dio antes de entrar aquí.

Cuándo el ataúd de Gladio llegó al Distrito junto a mi, yo tenía el pin bajo mi poder. Gladio lo usó durante su estadía en la Arena, y cuando murió fue llevado con él.
En el momento en que a mi me sacaron de la Arena, el viejo Lief me lo entregó, creyendo que me daría consuelo.
Y no fue así. Mantuve la joya conmigo hasta la Gira de la Victoria, luego le pedí a mi madre que lo llevará hasta el cementerio y lo dejara junto a su tumba. En aquella época yo me sentía más trastornada que ahora, y odiaba todo lo que me recordara a Los Juegos.

Mamá dijo que no había podido encontrar la tumba. Los sepulcros son procesos largos en los distritos, aunque generalmente para los tributos el trámite es más sencillo porque el Capitolio paga el ataúd y la lápida.

No le pregunté que hizo el pin, sino que en ese momento me pareció más relevante que no encontrara la tumba. Yo no había asistido a su funeral, ni nadie del Distrito a excepción de su familia lo había hecho. Su padre y su madre quisieron que todo fuera muy íntimo.

Supongo que al final mamá lo guardó, o lo entregó a alguno de mis compañeros.

—¿Puedo preguntar por qué ya no lo quieres?

—Porque el Capitolio lo ha usado en mi contra para herirme...—Peeta no me entiende—. Es decir,...

—No, no tienes que explicar nada, Alyssa—me detiene—. Gracias por dejarme tenerlo, te prometo que lo cuidaré, hasta cuándo lo necesites de regreso.

Quiero decirle que no lo necesitaré nunca de regreso, pero no me da el corazón.

Luego del silencioso desayuno, los demás se reúnen para terminar de ajustar los último detalles del plan de Beetee. Hay algo que dentro de mi cabeza no encaja, y he querido comentarlo con Enzo, pero él no me ha dedicado ni siquiera una mirada hoy.

Llegando a este punto del partido, no sé que voy a hacer realmente. Si el plan falla, muchos de nosotros tendremos una muerte segura, pero, ¿Y si no? Quedaríamos nosotros en la Arena, y yo no me veo capaz de rebanarle el cuello a Finnick, o a una embarazada Katniss.

—¿Todo está claro?—insiste una vez más Johanna, hacía los demás, y hacía mi en particular.

—Si—respondo. Mi función es bastante simple, desenrollar el alambre junto a Johanna desde el árbol, recorrer todo la playa, y luego esperar en la jungla, ni muy cerca de los monos, ni muy cerca de la niebla venenosa, ni muy cerca del campo de fuerza—. Deberíamos ponernos en marcha desde ahora—sugiero, son más de la doce del día porque el rayo ya ha caído, y Beetee ha anunciado que tiene que realizar un trabajo especial con el árbol antes de empezar. Algo así como conectar el árbol y el alambre.

The Red Queen- Finnick Odair| The Hunger Games|Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon