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El que se robe mis historia...
Ver a un ser humano por allí era sumamente raro, a no ser que fueran cazadores, odiabas a toda esa raza por igual, a pesar de en muchas ocasiones compartir apariencia, seguían disgustándote, y ese niño humano no era la excepción, estaba husmeando por donde no debía, pero te preguntabas una cosa ¿Qué le pasaba por la cabeza? Había una tormenta de nieve infernal y él se estaría congelando en aquellos momentos, podías notarlo por la forma en que temblaba y de lo pausados que eran sus pasos, sueltas un gruñido de advertencia cuando se estaba acercando a lo que vendría siendo tu hogar, el niño se volteo temeroso en tu dirección.
— ¿H-hola...? —Sin respuesta más que otro gruñido— No me hagas daño... Solo quiero volver a casa... — "Vas en la dirección equivocada engendro" fue lo que pensaste, pero te limitaste a observarlo, por lo que sabias, los niños humanos no eran peligrosos, él había empezado a desviarse de la dirección que llevaba a tu hogar, pero de igual forma decidiste seguirlo, con el paso de los minutos él empezó a llorar completamente desconsolado, pero seguía caminando y aun lo seguías, te diste cuenta cuando su caminar se empezó a hacer mas y mas lento hasta terminar por caer en la nieve de cara, intento levantarse, pero no pudo, esperaste dos minutos a que se pusiera de pie, pero nada, te acercaste a él para observarlo detenidamente, estaba completamente pálido, sus pestañas estaban algo congeladas y sus labios se ponían morados, rodeaste su cuerpo varias veces pensando en que hacer, jamás habías sido la causa de muerte de un humano, aun eras un cachorro, alrededor de la misma edad del niño, tus padres te habían enseñado a no confiar en ellos, ellos había sido quienes los asesinaron cuando querían buscar comida, pero ese niño no había hecho nada o al menos no a ti, soltaste un bufido y con tu boca lo tomaste y llevaste a rastras hasta la cabaña en la que vivías, tomaste tu forma semi humana y corriste por todo el lugar tomando mantas, lo colocaste frente a la chimenea, sobre unas almohadas y pusiste las sabanas sobre él, volviste a tomar la forma de tu lobo y observaste como poco a poco volvió a tomar color, finalmente decidiste acostarte sobre él para despertar cuando él lo hiciera.
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Sus movimientos te habían despertado, justo como pensaste, lo viste asomar su cabeza por la sabana y abrir los ojos asustado, no se movió, ni un poco, hasta que volviste a tomar tu forma humana, sin cola ni orejas, te cubriste con la sabana que anteriormente estaba sobre ti.
