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El que se robe mis historia...
Quizás habían pasado meses o años, su cuerpo había cambiado, estaba más alto, por lo que podía suponer que era lo segundo, los rostros antes del laboratorio eran solo borrones, ni voces, solo figuras, que se desvanecían de a poco en su mente, no eran importantes o al menos no para aquellos momentos, el dolor casi permanente en sus alas por los casos diarios experimentos palpitaba, sus alas estabas desplumadas, habían pocas en ellas, eran frágiles, ellos las habían hecho frágiles, simplemente estaban de adorno en su espalda, en algún momento de su vida fueron funcionales, Zabdiel podía recordar cómo se veía la tierra desde algunos metros, sobrevolar los árboles, por lo que era lo que suponía, allí encerrado no podía hacer nada, permanecía sedado y cuando no, encerrado o ambas, podían ser ambas.
Pudo escuchar pasos, diversos pasos, tenía la libertad de caminar por su celda, aquel lugar era parecido a un sanatorio, por la pequeña ventana asomo sus ojos, solo podía ver el frente de su puerta, eran muchos y esto lo ponía nervioso, no le gustaba estar rodeado de gente y sabía que muchos científicos juntos no era una buena señal, mucho menos los que estaba allí, los pasos se acercaron y en lugar de ver la bata blanca de costumbre, era un traje negro, que parecía ser bastante grueso, vio varias personas vestidas de la misma manera pasar detrás de esta, unos segundos después de que los pasos se detuvieran las puertas se abrieron automáticamente, se encontró de frente con un hombre, y un arma en su mano, está apuntaba al suelo, lo miro impresionado, Zabdiel no había visto más que los científicos en demasiados años.
— Estamos aquí para ayudarlos, vengan con nosotros, cualquier herida será sanada ¿Cual es tu nombre? — Pasó saliva nervioso, llevaba mucho tiempo sin usar su voz, sin hablar con nadie, sin que nadie preguntara por su nombre, sin embargo, él era capaz de recordarlo.
— Zabdiel... Mi nombre es Zabdiel. — No sonó tan ronco como él esperaba sonar, el hombre asintió y le hizo señas para que saliera de la habitación, a varios más los estaban sacando, cada soldado, por llamarles de alguna forma, escoltaba a uno, caminó por los pasillos, algunos conocidos y los finales no, veía a aquella gente que era sacada con esposas, amarrados, no era igual a como lo habían tratado a él, pero tampoco podía ser exigente.
Salió de las instalaciones, sintió el pasto debajo de sus descalzos pies, llevaba años sin ver un auto, el último cuando lo secuestraron, mucho menos tantos juntos y eran bastante grandes, tomó aire, aire puro, no aquel de dentro de los laboratorios, el ambiente era cálido, lo contrario al estéril del lugar en el que lo habían tenido confinado durante los últimos años, llevaba tantos años añorando su libertad, ahora la tenía.
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