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El que se robe mis historia...
Te sentías saqueada ante la mirada de todos aquellos hombres, estabas rodeada de ellos, tu pueblo costero había sido atacado por vikingos.
Vikingos.
Estos no fueron en lo absoluto piadosos, con nadie, prueba de ello eran las marcas sobre tu piel y tu labio roto, algo parecido pasaba con el resto de las mujeres que se encontraban a tus costados, magulladas y heridas; lo que ocurría, era que básicamente se las estaban repartiendo.
— ¿Acaso planeaban dejarme de ultimo? — Las risas sádicas se detuvieron, miraste hacia arriba, aquel hombre tenía sangre sobre su espada, no sabias si era el silencio de golpe, la forma en la que caminaba o su apariencia, lo que te hacía creer que él era el líder.
— Por supuesto que no, solo estábamos jugando. — Dijo uno de los vikingos con toda la confianza, al parecer, creyendo que de esta manera, su líder le creería, este asistió con una sonrisa rebotando su cabeza levemente, el golpe que le acertó a su subordinado te sobre salto e hiso girar la cara para no mirar, tu corazón retumbaba fuertemente contra tu pecho, bombeando sangre a cada rincón de tu cuerpo, sentías la sangre viajando a cada parte y como si estas palpitaran, imitando la acción de tu órgano vital.
— Espero que haya sido así, saben que no me gusta que me mientan. — Un silencio muerto, él empezó a escoger mujeres, las mas lindas de tu pueblo, como quien iba a un mercado o algo parecido, te habías mantenido fuerte, tu expresión era plana, mas allá de tu casa, no habías perdido nada mas en tu pueblo, en cuanto al resto, las perdidas emocionales y ahora aquello debía ser difícil de procesar, no era como si lo estuvieras aceptando, pero sería estúpido formar una pelea rodeada de vikingos —Tú. — Antes no había emitido ni un solo sonido, sabes que debes reaccionar rápido, aunque te sientas humillada, te intentas poner de pie, pero los moretones y el cansancio de la persecución te tiene deshecha, cayendo de nuevo de rodillas, aun sosteniendo su sonrisa sádica te tomo desde la parte trasera de la cabeza, enredando tu cabello entre sus dedos, te arrojo junto al resto, una vez chocaste contra el piso hiciste todo lo posible para acomodarte, lamiste la herida en tu labio haciendo que esta picara levemente, aunque esta era la menor de tus preocupaciones — Llévenlas al almacén. — Bruscamente las fueron tomando a todas hasta llevarlas a dicho lugar, realmente no sabías que esperar estando ahora en manos de este hombre.
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Aquel hombre era un sádico de primera, durante los primeros días transcurrieron en torturas, leves, pero torturas al fin y al cabo, por lo que podías adivinar, era para que no intentaran nada, aunque con los hombre se ensañaba más, mucho más, no es que sintiera piedad por las mujeres, mas bien, porque a ellas las usaba de... Otra manera.
