Capítulo 7

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Eli.

—Carolina... no... deja... —chillé entre risas por las lamidas que me daba su cachorra—. ¡Carolina! ¡Ven a buscarla!

Y nada que me hacía caso. Llegué completamente exhausta de la tienda, y quería dormir, pero Star —la siberiana blanca que le regaló Benjamín a Carolina—, se montó en mi cama a despertarme para jugar. Llevaba un buen rato pegándole gritos a Carolina pero nada que me hacia caso, desde aquí podía escuchar las carcajadas que se echaba.

Restregué mi cara con las manos, en señal de frustración. Sentía como tenía el cabello enmarañado, por lo que supuse que me debería de ver horrible. Más, el olor que me cargaba era perfecto, estaba lista para ser entregada en una caja de regalo con lazo y todo.

Diug.

—Qué quieres—le dije directamente a Star,quién movió la cabeza a un lado con sus orejitas paradas.

Era muy linda, pero muy tremenda, y eso que estábamos a penas en la primera semana conviviendo con ella. Lo que me llego a pensar, ¿quién demonios se le ocurre regalarle un perro tan grande a una mujer quién vive en un apartamento? Sólo a Benjamín. Y esos dos... han estado actuando raro, para mí, es que ya no es la relación doc—paciente.

Ahí hay algo más.

—Star... ¿qué quieres? —le volví a preguntar a la perra. Salió corriendo del cuarto, directamente a la cocina.

Y ahí estaba, quería que le dieran comida. Di patadas en la cama, me revolqué y después grité maldiciendo. Me paré con una absoluta pereza a la cocina dónde estaba Star junto a la perrarina, y ésta la empujaba con su nariz, prácticamente diciéndome que le sirva. Y eso hice, tomé el plato de ella, y le vertí un poco para que me dejara tranquila. Rápidamente empezó a comer, y después de ahí apareció Carolina con una sonrisa malvada.

—Te odio—mascullé fulminándola.

—Ya... —sonó el timbre del apartamento, y le dirigí la mirada a mi hermana, diciéndole con mis ojos que fuera a abrir ella.

Salió de la cocina para abrir la puerta, y yo me fui al baño de mi cuarto, necesitaba una ducha, Star me había lamido mi rostro, y casi la mitad de mi cuerpo, es más, también estaba llena de sus pelos y pronto empezaría a estornudar. Así que ya en el baño, me desnude completa, mirándome en el espejo, un lugar en específico.

Tenía un chupón en mi seno izquierdo, aquello era obra de Conner. Una sonrisa se deslizó por mis labios al recordarlo, dios, aquél hombre vivía en mis pensamientos, siempre aparecía. Hasta en los más sexuales, a los más románticos. Conner se había metido muy rápido en mi corazón, y me frustraba un poco.

Solté un jadeo de satisfacción al sentir el agua caliente correr por mi piel, se sentía demasiado bien. Lavé mi cuerpo con el jabón olor a vainilla, mi favorito, y también lavé mi cabello con champú de vainilla.

Ya lista, antes de irme a vestir con una simple camisa grande y bragas,seque mi cabello rápidamente con la secadora, pues necesitaba tenerlo completamente lacio.

Salí del baño, y me llevé el mayor susto de mi vida. El grito que pegué no fue normal, en serio, creo que hasta pudieron haberlo escuchado los vecinos. Mi corazón lo tenía a mil por el susto, y lo único que pensaba hacer era golpear su bello rostro y luego besarlo.

—¿Qué haces aquí? —solté rápidamente.

Él sonrió de lado, y quise morir en este momento. ¿Vieron mis bragas volando? No, quiero decir, ¿vieron mi toalla volando? Porque ya no la siento, o es que, ¿hace calor aquí? Oh Dios, siento mucha calor. ¿Por qué Conner se está acercando con una sonrisa traviesa?

Corre.

No corrí. Sin embargo, me acerqué a él dejando caer completamente mi toalla, besé sus labios suaves a lo fuerte y salvaje, permitiéndole acceso a su lengua en mi boca. Sus manos fueron directo a mi trasero, apretando mi cuerpo contra el de él.

Gemí al sentir su erección pegar con mi estómago, a lo que enrollé mis piernas en su cintura para hacer fricción. Conner me llevó a la cama dejándome bajo de él. Empezó a descender con sus besos húmedos de mi cuello, a mi estómago, el ombligo, hasta llegar a sentir su aliento caliente en mi zona íntima.

Jadee de excitación cuando su boca empezó a chupar mis labios vaginales. Mis manos fueron directo a su cabello largo rizado, sosteniéndolo con fuerza cada vez más que me sentía al borde de explotar. Su lengua se metía y salía dentro de mí, y seguía chupando y lamiendo, alguna que otra vez rápido mordiendo.

—C–Conner..

Tomé uno de mis pechos para pellizcarlo y obtener más placer. No me di ni de cuenta cuando la ropa de Conner había desaparecido, sólo estaba en bóxers y de aquí podía notar lo duro que estaba, y lo grande que era. Joder... él estaba muy bien dotado y me encantaba.

—¿Tomas las píldoras?

¿Qué pregunta es esa, Conner?

—Cada mes voy a inyectarme, Conner —murmuré.

Él sonrió complacido y me derretí más de lo que estaba ahí mismo. En cuestión de segundos lo sentí entrar poco a poco en mí. A lo que yo clavé mis uñas largas en su espalda, y volvía a enrollar mis piernas en su cintura para sentirlo más a fondo dentro de mí.

Empezó a moverse muy rápido, y quise que el momento nunca terminara. Él me causaba más placer que cualquier otro hombre, me llenaba más que cualquier otro. Con Conner me sentía más que satisfecha, feliz y completa.

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Muy corto, lo sé.

Secretaria del sexo©Where stories live. Discover now