Capítulo 26

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—¿Cómo supiste que estaba aquí? —le pregunté.

Will tenía unas fachas horribles, desde dónde estaba podía oler el alcohol que emanaba y era muy desagradable para mí, me hacia querer vomitar. Sus ojos barrieron todo mi cuerpo y de una manera la cuál me disgustó mucho, sentía que algo iba a acabar mal aquí.

—Deberías irte—pronuncié.

Me acerqué al interfono para llamar a seguridad. ¿Cómo pudieron haber dejado entrar un borracho aquí? No lo entiendo.

—No—me detuve en seco al escuchar su voz rasposa. El «no» lo escuché amenazante, y me dió mucho miedo.

—¿No qué? —inquirí.

Me dió escalofríos. Él aún seguía en el elevador sin mover ni un dedo, solamente tenía puesta su mirada fija en mí. Yo estaba observando a mi alrededor algún lugar el cuál pudiera correr y esconderme por si intentara algo malo o, ir a la cocina—me quedaba más cerca—, y coger un cuchillo para defenderme.

—No llames a nadie—habló con dificultad. Se notaba que aún estaba borracho.

—Entonces vete—dije—, no tienes nada que hacer aquí, Will.

—¡Claro que tengo! —gritó.

Me volvió a dar escalofríos pero no me inmuté ante su repentino grito, aunque por dentro me moría de miedo. Estaba al cien por ciento segura de que las cosas terminarían muy mal y no quería que fuera así, en estos momentos necesitaba de Conner urgentemente.

—Will—hablé dulce—, relájate. Este no es un lugar para conversar, puedes  irte y yo te llamaré luego para quedar en un sitio a charlar—mentí.

Sus ojos rojos se inyectaron en furia. Temí que se lanzara sobre mí y me golpeara abruptamente pero se quedó en su lugar sin moverse. Este no era el Will cariñoso y amable que yo había conocido, no era el hombre más pasivo que conocí una vez, el gracioso y más comprensivo. En estos momentos parecía un verdadero psicópata con el rostro que se cargaba y el cuerpo bañado en alcohol, su aspecto me daba miedo y algo de pena. El salón estuvo en silencio por varios segundos, yo no sabía que decir o qué hacer, literalmente no quería moverme de mi lugar porque sentía que daría un pie en falso y él me mataría.

Si corría a los cuartos tenía que ser muy rápida y encerrarme en el segundo que contenía el baño, si iba a la cocina tendría algo con que defenderme hasta la posible muerte. Estaba rezando internamente porque ninguna de las dos pasara, no quería arriesgar mi embarazo al enfrentarme en un momento de tensión alta y, ya en estos momentos tenía que mantener la calma, no entrar en pánico pero todo estaba muy difícil.

—Mientes—susurró—. ¡Todas son unas malditas mentirosas! ¡Se aprovechaban de mi dinero!

Alcé mis cejas, impresionada.

—Sabes muy bien que yo no soy así, Will—murmuré intentando parecer tranquila.

—No—negó y fruncí el ceño al ver una sonrisa asomarse en su rostro—. Eres mucho peor. Hilerson es mucho más millonario que yo, ¿no?

«¿Qué?»

—¿De qué hablas?

—De que te lo coges por dinero,Annelisse—espetó con rabia.

Me ofendí.

—Estás equivocado—murmuré—, yo lo amo a él, no a su dinero.

—¿Por qué no me amas a mí? —se escuchó dolido.

No supe que responderle.

—Yo te hubiera dado el mundo entero...

Tragué saliva.

Secretaria del sexo©Where stories live. Discover now