Capítulo 14

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Mis ojos se iluminan al aterrizar en Seattle. Viejos recuerdos tanto buenos cómo malos van arremolinándose en mi mente, haciéndome sentir algo melancólica. Pero se me quita después de entrar al aeropuerto de Seattle y observar las viejas tiendas que siguen igual a como hace años. Carolina creo que está más entusiasmada que yo, ver a nuestros padres después de casi dos años y medio nos tiene felices y nerviosas y más sabiendo que es una sorpresa. Mi estómago ruge un poco al pasar por una pastelería dónde los dulces se ven muy deliciosos.

Las galletas de chocolate son las que más llamaron a mi apetito. Y haciéndole cara de perrito triste a Carolina consigo que me compre una caja de galletas. Nos quedamos desayunando en el aeropuerto ganando algo de tiempo y visitando tiendas. Ya luego de una hora decidimos que sería mejor tomar el taxi e ir a casa.

Ya dentro del taxi, observé la hora y serían las doce del mediodía. Tal vez mis padres ya estén juntos en casa, eso esperábamos. Mientras miraba por la ventana los edificios que recuerdo,mis lugares favoritos, la plaza, el parque, pensaba en las reacciones que tendrían mis padres al enterarse de que estoy embarazada. Deseaba con todo mi corazón que se pusieran totalmente feliz. En una esquina que el taxista giró, observé mi vieja casa. Después de tantos esfuerzos para salir adelante, la casa al fin se veía realmente moderna. Aunque la madera se veía un poco desgastada la pintura lo disimulaba muy bien.

El taxi paró justo al frente y los nervios aumentaron. Mi corazón latía muy rápido y no dejaba de golpear mi pierna con una mano. El taxi nos ayudó a mi y a mi hermana a bajar las maletas del auto y bolsas, ya que aprovechamos un poco en el aeropuerto y compramos algunos dulces para todos. Suspiré al estar frente a la puerta y miré a Carolina, achinando los ojos, pues, estaba tan emocionada tanto como nerviosa que no sabía si golpear la puerta o no.

Carolina lo terminó haciendo.

—Qué nervios—susurré.

Varios pasos se escucharon hasta llegar a la puerta, el pomo giró y la puerta se abrió. Mi papá abrió la puerta completamente y nos observó estupefacto a las dos. Sonreí y mordí mi mejilla interna, ya a los pocos segundos nuestro padre nos tenía rodeadas en un abrazo.

—¡Esto es increíble!—exclamó mientras nos abrazaba, parecía no querer soltarse—. ¡¿Por qué no nos avisaron? Las fuéramos ido a buscar al aeropuerto!

—¡Era una sorpresa!

—¡Cielo, ¿quién es?! —en cuánto escuché la voz de mi madre mis ojos se llenaron de agua.

Rápidamente entré a la casa observando todo por encima con melancolía y felicidad. Ya para cuando encontré a mi madre en la cocina haciendo el almuerzo quise gritar de la alegría. Mi corazón no podía para más y mi pecho seguía inflándose de tanta felicidad Junta.

—Mamá...

Al parecer la asusté porque dejó caer el cucharón de salsa al suelo, embarrando el piso.

—¡Perdón, perdón! —me disculpé—. ¡No quería asustarte má!

Sus delgados brazos rodearon mi cuello como podía. Mi madre era un poco más baja que Carolina y yo. Mi padre era muy alto, media casi los dos metros mientras mi madre medía un metro con cincuenta, por ahí. Le devolví el abrazo agachándome un poquito.

—Estás muy hermosa, mi niña—me dijo, acariciando mi espalda—. Es una sorpresa muy agradable, Eli, no sabes cuanto las extrañamos aquí en casa.

—Lo sé—asentí—. Dos años es mucho, má. Pasaremos aquí un mes con ustedes, tenemos permiso del trabajo.

—¡Eso es genial!

Secretaria del sexo©Where stories live. Discover now