Capítulo 17

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Miércoles 3 de Abril, 2013

 

Estaba caminando con las manos en los bolsillos. Llevaba puestas mis botas altas y un gorro negro que me protegía del frío del invierno. Exhalé un largo suspiro que se convirtió en un humo blanquecino. La mujer que caminaba a mi lado exhaló también, pero su aliento estaba lleno de humo. Sentí el escozor del humo del cigarrillo llegar a mi nariz y tocar mi garganta, dañando mis pulmones. Tosí con fuerza, aunque no tenía intenciones de hacerlo tan fuerte. La mujer se volteó, lanzándome una mirada de irritación.

Le lancé una mueca de desprecio cuando ella fijó su vista hacia adelante. La noche se estaba acercando rápidamente. No había transeúntes en la calle. Había estado toda la tarde caminando por la ciudad, merodeando por cualquier parte para despejar mi mente. Necesitaba respirar, estar sola, dejar de pasar tanto tiempo en un lugar encerrado que parecía que en cualquier momento se iba a hacer pedazos. Podía notar cómo mi vida volvía a ser vacía y rutinaria, igual que antes. Y de algún modo, no hacía nada para impedirlo. Jonny me había dejado en claro que no debía salir a la calle en aquellos tiempos, porque había una posibilidad de que la policía nos buscaba, aunque todavía no nos habíamos enterado nada de Jake y de sus acompañantes.

No quería pensar nada de todo aquello y de lo ridícula que había sido.


Me encaminé con pasos rápidos. Y de repente, algo ocurrió.

Yo estaba pasando por un barrio medio abandonado. En nuestra ciudad había muchos callejones, donde grupos de jóvenes de mi edad se juntaban para fumarse un porro o para hacer cosas innombrables. Teníamos decenas de altos edificios y departamentos que muchas veces no dejaban que los rayos del sol nos tocara la piel, aunque muy grande no era nuestra ciudad, ya que estaba rodeada de campos y bosques helados que hacían que las temperaturas fueran más frías en los inviernos y más calurosas en los veranos. Estábamos a kilómetros de distancia de la ciudad central, así que sí, éramos como un lugar parecido a Springfield.

Un aullido rompió el silencio irreal que envolvía la ciudad. Era el gañido desgarrador de un perro al que probablemente estaban dañando. Pero luego los ladridos se mezclaron con gruñidos amenazantes de personas. Presté atención. Se oyó un grito de protesta, luego insultos, y luego golpes. Comencé a correr, persiguiendo el sonido. El corazón se me aceleró tan rápidamente que me sacaba el aliento. No había nadie en la calle, nadie que pudiera escuchar todo aquello. La mujer que había caminado hace un momento a mi lado ya no estaba, había desaparecido entre las casas lejanas.

Alguien estaba en peligro.

Y lo vi todo.

Había retomado la mitad de la calle que conducía al callejón cuando quedé frente a frente en la situación. Me detuve en seco, casi cayéndome encima de un charco de agua estancada.

Había un muchacho tirado en el suelo, cubriéndose el rostro. Dos hombres estaban parados rodeándolo, lanzando estocadas de puños. Uno de ellos sostenía el arma, apuntándole directamente al chico en el suelo, que intentaba hacerse un ovillo para amortiguar los golpes que recibía del otro hombre. Los hombres le gritaban cosas.

—¡Dame todo lo que tienes, dije, ciego de mierda!

Luego vi un lobo. Pero no, no era un loboen realidad. Mi mente estaba tan asustada y alterada que lo había confundido por uno. Era un siberiano, lucía como husky siberiano de color marrón. Estaba gruñendo, ladrando y aullando hacia los hombres. Lanzaba mordiscones con sus grandes colmillos en los puños que aterrizaban en el muchacho en el suelo, lastimando a uno de ellos. No lograba más que tajos en la piel, pero los estaba hiriendo. El sujeto que sostenía la pistola apuntó al perro, pero hice acopio de todo el valor que pude obtener para encarar la situación. No podía dejar todo aquello así como estaba, sentía el coraje colarse por mis venas.

Cuando los ángeles merecen morirWhere stories live. Discover now