Capítulo 24

752 79 1
                                    

Quiero creer que en el pasado, hice cosas que eran correctas. Pero no puedo hacerlo, es imposible creerlo. Es como cuando tienes las manos entumecidas por el frío, y luchas por flexionar los dedos y hacer algo hábil con ellos. Pero es inútil, incluso intentándolo. Así me siento ahora, pensando sobre esto. Como si antes siempre hubiera actuado sin pensar, ciega de lo que me rodeaba.

La ciudad estaba llena de bandas, pandillas, barras. Nuestra ciudad, nuestro mundo, repleto de violencia y hambre de venganza. Al parecer toda esa esencia me había tocado profundamente, porque no podía evitar hacer cosas similares, cosas que me llevaban hacia caminos oscuros. Ya veía quién causó todo esto en Clementine y en mí misma.

Yo.

Lo que me rodeaba influenciaba mucho. No lo culpo a Jonny, tampoco. Él pertenecía a una pandilla bastante poderosa, con alto mando en la ciudad. Muchas veces asesinaban. Amenazaban. No sabía si traficaban cosas a las espaldas de mí saber, pero hacían algo más que causaba temor en la gente, como para que ellos se asustaran con sólo mencionarlos. Yo me sentía segura junto a él, porque era como mi hermano. Hasta el día de hoy no puedo saber a ciencia cierta si era verdad que él mataba a personas, o encargaba a personas para asesinar. Todos me preguntaban cómo podía confiar en un tipo como él. 

Simplemente confiaba, porque él nunca iba a hacerme daño. Cuando le preguntaba si era verdad que él asesinaba a personas, no lo confirmaba pero tampoco lo negaba.

Me había merecido su respeto de una manera bastante peculiar, pero nos comprendimos de una manera extraña. Muy inusual. Jonny iba a protegerme a toda costa, aunque a veces yo no quería creerlo.


Yo estaba en una época en el que por mis venas corría un sentimiento osado, que no me permitía ver más allá de mi consciencia.


La cuestión era que todavía desprotegía a mi hermana. Jake nunca iba a descansar hasta vengarse de mí, por haberlo humillado de aquella manera. Y no era la primera vez que lo había humillado, porque había sido rechazado e insultado en público por mí. Era como si él hubiera encontrado el momento justo para vengarse de mí, pero yo nunca pude entender por qué a Clementine.

Si hubiera sido a mí, no me hubiera importado. Pero, a ella, justo a ella. Nunca iba a perdonárselo. El perdón ya no existía en mí. Era una mano oscura que me sostenía la cabeza, provocándome todos aquellos sentimientos que me cegaban y me mortificaban cada minuto.

Todavía puedo entender el grado de peligro que tenía todo aquello. Quiero decir, la ciudad era insegura, los policías estaban involucrados con las pandillas, hasta las encubrían de ciertos delitos.

Yo misma podía confesarlo, porque muchas veces lo ayudaban a Jonny, incluso.

Lo comprendí muy tarde. Pero lo comprendí.

Jonny insistió hasta el cansancio para que no me involucrara en sus planes. Me hice a un lado, luego de discutir con él por varias horas. Envié a Clementine hacia casa, prometiéndole que volvería dentro de unos días, hasta que todo se calmara. Todavía no podía creer que Jake no bajaba los brazos, que estaba tramando algo que ni siquiera los hombres de Jonny sabían.

Yo quería creer que no tenía nada que ver con Clementine.

Supongo que me tranquilicé un poco cuando Jonny me había dicho que Jake le debía mucho a él, que estaba intentando adentrarse a otras bandas peligrosas de la ciudad para liberarse de ciertos cargos y tener a gente de quién aferrarse.


Antes de que Clementine se fuera de la casa de Jonny, ella se había dado la vuelta para decirme: «La casa es una mierda sin ti. Mamá y papá no saben nada de mí, no saben hacer nada sin que tú estés presente».

Estaba en una situación delicada. Dentro de mí, los recuerdos aterradores se arremolinaban en mi cabeza como golpes profundos. Me mareaban, me sacaban la respiración. No podría volver a casa luego de aquella discusión, porque todo lo que había aguantado por tantos años se había desatado luego de aquel enfrentamiento. 

No me apetecía ver a mis padres por un largo rato.


Yo me veía a mí misma sentada en mi cuarto. Clementine estaba conmigo, jugando con una de sus muñecas. Mi madre nos llamaba a cenar, entonces yo bajaba rápidamente hacia la cocina. Clementine no bajaba, porque no quería dejar de jugar. Ella estaba sumida en su mundo, lejos de lo que padecía cada día. Mi padre aparecía por el pasillo, hacia la habitación, levantaba a Clementine por los brazos y le daba un bofetón en la boca. La arrastraba hacia la cocina como si fuera un muñeco.

—Cuando mamá dice que la cena está lista, ¡vas a la mesa inmediatamente!

Ellos eran incapaces de controlarla.

«Clementine está atrapada, papá. ¿Por qué no entiendes eso?», pensaba llena de cólera y pudor.

Aparté la mirada para liberarme de aquellos recuerdos e imágenes del pasado. Ya no podía soportarlo. Ya estaba cansada de aguantar, de recordar y de odiar hasta quedarme dormida.

No había arreglo para mí, tampoco. Yo nunca iba a recuperarme.


Aún todavía lo creo.


Me veía a mí misma, una chica desesperada de dieciocho años sollozando en el cuarto de su hermana muerta, sosteniendo un dibujo de una muchacha con lágrimas de hielo.


Cuando los ángeles merecen morirWhere stories live. Discover now