Capítulo 18

858 72 1
                                    

A veces, Clementine, tú me recordabas a un pájaro. No en un mal sentido, ¿sabes? Eras como un pájaro que necesitaba de la libertad, sentir el viento chocar contra su rostro y extender sus inmensas alas para permanecer en lo alto.

Tú veías todo lo que te rodeaba desde arriba, como si aquellas cosas representaran las casas y edificios en la superficie. Eras alguien invencible allí arriba, nadie podía hacerte daño. Todo era pequeño allí y tú eras grande.

Pero como todos los pájaros, tú te volvías débil, perdida buscando de un nido para protegerte de las tormentas. Tenías que bajar a la superficie para poder buscar tu refugio, y era allí donde la debilidad te consumía y lo que te rodeaba se convertía en un mundo inexplorado del que no podías escapar. Las personas que divisabas como pequeños puntitos eran personas gigantes que te apuntaban con sus gomeras para intentar matarte.

Lo único que quiero hacer es cerrar los ojos y desaparecer en la oscuridad.


Estoy cansada de que la rabia me acompañe a todas partes. Estoy cansada de que la rabia permanezca dentro de mí y siempre esté presente bajo cualquiera de mis acciones. Esto se siente como si me consumiera poco a poco.

Un transcurso tortuoso que jamás se detiene.

En sí esto es más extraño que cualquier cosa. Porque cuando tú estabas a mi lado, yo me sostenía de ti. Eras como mi sustento, aunque siempre decías que esto no era cierto. Cuando estábamos en una seria situación familiar, te echabas a llorar. Y con todas las fuerzas que podía lograr, yo me resistía a llorar. Porque me mirabas. Mirabas lo que yo hacía. Y si yo no lloraba, entonces tú tampoco lo hacías, te mantenías fuerte, porque yo estaba mostrando aquella fachada a propósito. Entonces me daba cuenta de que lo que yo hiciese, tenía un gran efecto sobre ti. Si papá se echaba a gritar con fuerzas y bebía alcohol, yo me mostraba calmada a la vez que tú llorabas de temor y de la vergüenza. Pero luego me veías a mí, con tu rostro preguntando; «¿Por qué está tan calmada?». Eso te hacía sentir segura, te influenciaba lo que yo hiciera.

Nunca te lo dije. Tal vez te habrás dado cuenta algún día. Pero queriéndote mantenerte fuerte a ti, inconscientemente lo hacía conmigo misma también.

Es una especie de mecanismo de defensa que he utilizado desde que tengo uso de razón, donde finjo retirarme fuera de mi cuerpo, como si no estuviera allí y estuviera observando desde la perspectiva de otra persona.

Clementine, tengo la mano puesta sobre mi corazón. Qué estúpido, cuan completamente absurdo e inútil, que mi corazón siga latiendo y el tuyo no.

He estado aquí antes. Encerrada en un rincón oscuro, con paredes que se encogen por cada respiración que tomo. He estado más sola que esto, más desesperada y agobiada que esto.

He estado antes aquí y he sobrevivido.

Tengo la esperanza de que pueda salir de aquí.

Pero no sé si pueda hacerlo sin ti.


Cuando los ángeles merecen morirDär berättelser lever. Upptäck nu