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En la mañana, bajo una lluvia torrencial, el sonido de una tormenta se cernía en el horizonte. Los vientos furiosos azotaban los árboles, mientras las nubes oscurecían el cielo y sumían todo en penumbras. En un rincón del cuarto, Lee Yoongi yacía hecho una bolita, en completo silencio, sin emitir ningún sonido que delatara su presencia en aquel lugar. Era víctima de una tortura patológica, atormentado por aquel cuarto y los gritos incesantes de su madre que habían resonado durante toda la noche. Su rostro permanecía oculto entre sus brazos, sus ojos cerrados y una extraña mueca de tranquilidad en sus labios. El olor a sangre ya no le afectaba, se había vuelto una presencia casi natural en su entorno. Sin embargo, había algo más en él, algo difícil de explicar. Sus ojos parecían carecer de vida, como dos pozos sin fondo que se sumergían en un abismo oscuro e insondable.

La figura de Yoongi, en aquel cuarto lúgubre, parecía encapsular todo el sufrimiento y la desolación que había experimentado. Las secuelas de las atrocidades que presenció lo habían dejado quebrado, su espíritu aplastado bajo el peso de los recuerdos y las heridas emocionales. Aunque su semblante mostrara una extraña serenidad, era una fachada frágil, una armadura que ocultaba su fragilidad interior.

En otro lugar, encontramos a Taeyeon acostada en una cama cubierta por sábanas de un intenso color rojo vino. Detrás de ella, su marido duerme tranquilamente, como si nada hubiera sucedido, ajeno al tormento que ella ha sufrido. La Omega clava sus uñas con fuerza en la almohada con la que ha dormido, su rostro muestra señales de sangre seca y lágrimas. Su cuerpo arde y le duele en cada rincón, hasta el simple acto de vivir es un dolor constante. Observa si su esposo sigue durmiendo y, con gran esfuerzo, intenta levantarse lentamente de la cama, soportando el intenso dolor que la aqueja, solo para ir en busca de su bebé. Logra abandonar la habitación con éxito, pero al rozar la pared con su hombro, un gemido de dolor escapa de sus labios. Con sus manos apoyadas en la pared, avanza con precaución hacia el sótano donde su hijo se encuentra encerrado.

–Dios... maldición, no podré levantarme en días —murmura Taeyeon entre dientes, sintiendo cómo su cuerpo adolorido clama por descanso. Una lágrima de sufrimiento cae al suelo, seguida de otra y otra más. Inhalando profundamente, reuniendo sus últimas fuerzas, continúa su camino hacia el sótano.

Al llegar al sótano, solo reinaba el silencio. Su hijo ya no suplicaba ni gritaba. Taeyeon olvidó el dolor y se lanzó corriendo hacia la puerta, arañándola desesperadamente en busca de sostén para no caer. Un grito de dolor escapó de sus labios al caer al suelo, pero lo ignoró y se levantó una vez más. Con manos temblorosas, sacó la llave que había tomado de la mesa de noche de su habitación y abrió la cerradura. Con una barra en mano, empujó lentamente la puerta hasta abrirla.

En el interior de aquel cuarto, Yoongi escuchó un golpe proveniente del exterior. Se levantó con pesadez, sus piernas adormecidas apenas respondiendo a su voluntad. Al abrir la puerta, vio a su madre desplomarse en el suelo.

–¿Mami?... Ma-mami —balbuceó el joven Alfa mientras se dejaba caer junto a ella, sacudiéndola en un intento desesperado de despertarla. Pero al notar los moretones y las heridas sangrantes en el cuerpo de su madre, apartó sus manos con horror y se alejó, contemplando con lágrimas en los ojos la sangre seca que cubría su figura maltrecha. Lloró de impotencia y golpeó su cabeza contra la pared, sintiendo una mezcla abrumadora de dolor, rabia y tristeza.

La mente de Yoongi se veía inundada por imágenes de sangre, un mar rojo que lo envolvía por completo. El olor metálico y penetrante de la sangre parecía llenar cada rincón de su mente.

вє мιηє 🌙 [ уσσηмιη ] 🌙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora