Siempre, Albi

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Estoy segura de que no estoy segura de nada, apenas puedo salir de la piscina casi a rastras, ir dentro o ir a alguna parte a buscar mis vestido que parece no estar en ninguna parte, ¿Mi celular? ¿Las llaves de mi auto? Camino y a cada persona que me consigo pregunto por África, porque todo me grita que ella sabe dónde están mis cosas.

—Bien, chicos, hay que organizarnos, alcen la mano los que están lo suficientemente sobrios para caminar—escuché la voz de África y me arrastré hacia donde sea que estaba, alzando mi mano porque yo tenía que irme a casa.

—África—llamé, mi voz sonaba absolutamente extraña. ¿Dónde estaba Alba?

—Oh, Natalia—¿Quién? María, ¡María!

—Oh, María—sonreí. —¿Puedes ayudarme a ir con África? Necesito mis llaves—dije haciendo un puchero.

—No, Natalia, tú vas a quedarte, ni por asomo voy a dejar que conduzcas en este estado—dijo, ella también había estado bebiendo ¿De que hablaba?

—Yo puedo manejar, en serio, mira—me erguí e intente mantenerme en un solo pie, entonces termine riendo y tirada encima de ella. —¿Dónde está Albi?—pregunté. —No, mejor llévame con África—corregí. Ella empezó a reír y arrastrarme, en alguna parte seguía escuchando a África decir cosas, me empujo hasta sentarme en un sillón.

—Quédate aquí, espérame que vendré con África y las llaves de tu auto, ¿De acuerdo?—asentí obedientemente, quedándome quieta, tenía mucho frió así que me abracé a mi misma.

—¡Nat!—yo estaba manteniéndome quieta como dijo María, pero la voz de Albi me hizo levantar la cabeza, reí un poco cuando la distinguí, Miki la estaba llevando a rastras ¿Por qué? —Nat, ayúdame, Miki no me deja ir—dijo haciendo pucheros.

—Ven aquí—dije, palmeando mi lado. —¿Por qué te arrastran?—yo estaba casi gritando, aunque ya no había música, todo se escuchaba tranquilo.

—Ella está muy tomada, voy a darle alguna pastilla para que se vaya a dormir, café, ya sabes, algo como eso—me costo entender lo que él me estaba diciendo.

—Déjala aquí sentada, ve y haces eso, ella esperara aquí conmigo—dije, creo que yo estaba jugando a aparentar una sobriedad que no tenía.

Estaba segura que él no me haría caso, hasta que llevo a Albi a mi lado y la sentó, ahora él parecía María, diciéndole que se quedara ahí quieta como chica obediente, sin moverse ni ir a otra parte.

Estábamos empujándonos, yo me iba encima de ella y luego ella venia encima de mí, era un juego tonto pero nuestras mentes estaban demasiado colapsadas en el alcohol además estaba toda esa inmadurez innata que la compañía de la una causaba en la otra.

—Aquí están ambas—no dejamos de empujarnos pese a la presencia de África, sin embargo recordé que tenía que pedirle algo.

—África ¿Dónde está mi vestido? ¿Las llaves de mi auto? ¿Mi celular?—pregunté.

—Tu vestido está en el cuarto de Alba, las llaves de tu auto no te las voy a dar, tu celular también está en el cuarto de Alba—dijo respondiendo a cada pregunta, me concentre bastante para captar lo que me decía.

—¿Por qué no vas a darme mis llaves? ¿Vas a robar mi auto? ¿Cómo voy a volver a casa?—pregunté, aún estaba empujándome con Alba.

—Tienes que quedarte, tu no vas a conducir así—fruncí el ceño. ¿Ella había dicho que me tenía que quedar? —Mira, tenemos cinco habitaciones, tres de ellas están repletas, queda otra que es donde suelo dormir con María cuando nos quedamos, podemos hacerte un espacio—sugirió, ¿Por qué no me podía ir? ¡No estaba tan ebria! Creía, por supuesto que sí lo estaba.

—Nop—Alba habló por primera vez, viniéndose hasta caer encima de mis piernas, sonreí, yo tenía frió pero ella estaba cálida. —Ella se queda en mi habitación—dijo, como si fuese la cosa más normal, supongo que para nosotras lo era, sonreí mirándola a ella, aunque estaba viendo algo como dos Albas.

—¿Eso está bien, Natalia?—preguntó María, ¿En que momento llegó María? También habían dos de ella.

—Si—estuve de acuerdo, no tenía problemas.

*

Después del café de Miki creo que tenía mi mente un poco más despejada, creo, porque yo aún no podía sacar la sonrisa de mi rostro, para nada, estaba en una nube de felicidad como esas que sugiere inducen las drogas, pero yo no me había drogado, había tenido una muy buena tarde, un excelente día y estaba en la dicha plena. María me había ayudado a llegar al cuarto, creo que África andaba con Natalia que seguía pidiendo las llaves de su auto y a ratos decía que dormiría en mi cama. Reí mirándolas mientras alzaba mis brazos para que María me ayudara.

—Dale algo para que Nat se ponga—dije, estaba aún embotada, tal vez no del todo ebria, pero mis sentidos definitivamente estaban afectados. Con ayuda llegué a la cama y me metí en ella, sintiéndome inmediatamente a gusto.

No supe en qué punto apagaron las luces, pero supe exactamente en el momento en que Natalia cayo en mi cama, abrí los ojos, estaba frente a mí, con esa bonita sonrisa que había estado viendo durante toda la tarde, aun pegada en sus labios.

—Hola—saludé.

—Hola—el tono ronco de su voz me hizo estremecer. —¿Tienes frió?—ella también había tomado café, pero sus ojos seguían cristalizados.

—¿Estas muy borracha?—pregunté, riendo a causa de ello, si ella lo estaba no es como que lo supiera ¿O sí?

—Tal vez...—se acurrucó más hacia delante, ella estaba tan cerca y mi corazón latiendo como loco lo sabía.

—Gracias por hoy—dije, llevando mi mano a su mejilla sonrojada, supongo que parte del efecto del alcohol, sus ojos marrones estaban muy brillantes, mirándome con una intensidad que me jalaba más cerca. Podía sentir fácilmente mi cabeza yendo hacía ella y la suya viniendo hacía mí, quizá fuese producto del alcohol.

—No tienes que agradecerme—dijo, si, ella estaba más cerca y ella había lavado su boca porque no había rastros de alcohol en su aliento, suspiré. Esto era peligroso y bueno en partes iguales. Mis dedos no se apartaban de su mejilla, ni mis ojos de sus ojos.

—Eres como un imán—creo que me queje un poco.

—Tú lo eres, Albi—puso su frente contra la mía, yo básicamente estaba respirando su aire y ella estaba respirando el mío, y no había momento más cálido o sitio en el que yo quisiese estar que ese, en todo momento, justo ahí. Solo tenía que alzar un poco mi cabeza.

—Vas a abrazarme esta noche—hable porque quería mover mis labios, porque con la cercanía que habíamos creado, al hablar, mis labios se rozaron con los suyos y cada parte de mi hormigueo en el proceso.

—Siempre, Albi—ella hizo lo mismo, movió sus labios y me quede enganchada, con los labios entre abiertos, sintiendo el hormigueo que ese roce generaba. Unos segundos nos quedamos así, sin movernos ni hacer nada más, había un acuerdo tácito que expresaban nuestros ojos, ninguna se iba a mover, ninguna iba a hacer más, yo lo veía en ella y ella lo veía en mí. Hasta que nos acomodamos, yo sobre su pecho y ella con sus brazos envueltos a mi alrededor, sentí un beso en el tope de mi cabeza y suspiré, feliz con lo que tenía.

Dormí profundamente, sabiendo que ella estaba ahí

Mi pequeña diva-AlbaliaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum