x. CAPÍTULO CINCO, PARTE UNO.

2K 146 64
                                    


CHAMELEON.
Capítulo cinco, parte uno.

Capítulo cinco, parte uno

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Antes de todo.

Pasó tan deprisa, que me quedé sentada en mi sitio y ni me di cuenta de lo que había ocurrido, realmente.

Nano y Guzmán estaban afuera, discutiendo, y no podía oír nada porque se me habían taponado los oídos del miedo que me daba la situación. ¿Sabéis esos instantes en los que solo puedes oír un pitido incesante, y tienes un dolor de cabeza que parece que vas a estallar? Así estaba yo en aquel momento.

Era la única que se había quedado en el sitio, pero es que no era capaz de moverme; el cuerpo no me respondía.

Era una inútil.

Cuando la cosa se calmó un poco y pude recuperar el sentido del movimiento, corrí tras Nano, aunque Polo intentó pararme.

—¿Qué haces? —me preguntó, y apreté los labios.

—Espérame en clase. Ahora vuelvo.

Iban hacia el baño, y Samuel lo empujaba poco a poco. Al llegar, cerré la puerta, entrando tras ellos, y Samuel lo encaró, por lo que tuve que separarlos.

Volvieron los gritos, y me llevé las manos a la cabeza.

—¡A ver si os podéis callar de una puta vez los dos! —chillé, y ambos me miraron—. Tú te crees que puedes presentarte en el instituto como Pedro por su casa, ¡¿o qué!? ¿Eh? Tu puta madre, Nano, los cojones, ya. Deja de tocar las pelotas, hazme el favor, que lo que has hecho —le levanté la mano para amenazarlo— lo que has hecho es innombrable.

—¿Tú te crees que pueden tratarme así?

—Eres un puto gilipollas —le dije, de nuevo. No iba a cambiar de opinión—. Me suda la polla si eres culpable o no, ¡pero lo que no puedes hacer es presentarte aquí en medio, dando el puto espectáculo, joder, ya!

Samuel estaba callado, con un cabreo enorme en lo alto, también.

—Nano, vete para casa y no salgas ni para comprar el puto pan —continuó por mí, y él rió amargamente.

—Ah, ahora sois dos contra uno, ¿no? —dio un golpe a la taquilla más próxima a él, haciéndome botar del susto en mi sitio—, pues que os den por culo a los dos.

Se marchó dando grandes zancadas y por un momento perdí el equilibrio.

Samuel me atrapó antes de darme de bruces contra el suelo.

—Deberíamos volver a clase. Aquí hace demasiado calor —balbuceé, y Samuel asintió.

Abrió la puerta del vestuario con cuidado y me llevó, agarrándome por los hombros, hacia la clase, asegurándose de que mantuviera el equilibrio. Al llegar, giró el pomo y yo entré primera.

𝐂𝐇𝐀𝐌𝐄𝐋𝐄𝐎𝐍 | ÉLITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora