vi. CAPÍTULO DOS, PARTE TRES.

1.1K 98 28
                                    


CAMOUFLAGE.
Capítulo dos, parte tres.

Esperé impacientemente a que Ander saliera de su casa a las horas de haber estado en el hospital

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Esperé impacientemente a que Ander saliera de su casa a las horas de haber estado en el hospital. No había sabido cómo reaccionar al ver los resultados. Ni yo, ni Rebeka, y creo que él menos, por la cara que se le quedó al ver el póster morado en el que ponía "LEUCEMIA". Esa maldita palabra se me había quedado clavada en la mente y no podía sacarla de ahí, estaba... como, pegada.

Empezaría con la quimioterapia lo antes posible, y nos habían dicho que iba a ser muy duro, y que no nos querían mentir. Ander simplemente... Escuchaba. Lo escuchaba todo con atención y con una cara muy seria, más de lo que ya la tenía; Rebeka intentaba no llorar, y yo ya había bajado la mirada hacía rato para intentar pensar en otra cosa que no fuera que mi mejor amigo tenía cáncer.

Me quité los cascos al verlo salir de casa y saludé a Azucena.

Eran alrededor de las seis y algo. Había decidido quedar con él para ver cómo estaba y cómo lo llevaba todo, si ya se lo había dicho a su madre y a Omar... Y por la cara que me dedicó, supuse que había sido así. Al menos, ya estaban informados de todo.

Samuel me había enviado un mensaje hacía unos minutos diciéndome que a Guzmán se le había ido la pinza y había liado una gorda, pero que trataría de calmarlo por todos los medios posibles. Acto seguido, volvió a bloquear mi número de teléfono, acto que me hizo pensar lo infantil que era en cuanto a permanecer en contacto con sus ex novias (y según él mismo, hermana).

Suspiré y me acerqué para abrazar a mi mejor amigo, aunque me ignoró y se colocó a mi lado.

—Ander...

—Vámonos de aquí —espetó—. Como si nos vamos al puto puente, no quiero seguir aquí más tiempo.

Volví a echar la vista atrás y bufé.

—Ander, venga... No seas así, joder.

—¿Qué no sea cómo, Emilia? —me preguntó, enfadado—. Me estoy muriendo.

Tragué saliva.

—Eso no es ciertamente así...

—No. Sí, sí que lo es, joder —apreté los labios y sorbí por la nariz—. Ahora encima llorarás. No necesito tu compasión.

—Ander, escúchame. No te vas a morir. Vas a salir de esta porque... Porque sí, porque vas a empezar temprano con el tratamiento y todo va a ir bien... —dije, con rapidez—. No pienses cosas negativas, por favor...

Él me miró de arribabajo y suspiró.

—Vámonos, anda.

Me ofreció su mano y la tomé para luego apretarla con fuerzas.

Caminamos durante unos minutos calle abajo, y su casa se fue haciendo más pequeña. El frío calaba por mi jersey y maldije no haberme llevado una pequeña bufanda o un chaquetón para calmar el tiriteo que comenzaba a apoderarse de mis articulaciones.

𝐂𝐇𝐀𝐌𝐄𝐋𝐄𝐎𝐍 | ÉLITEWhere stories live. Discover now