Capitulo 20

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Madara observó a la joven de cabellos rosas que tenía frente a él, su nueva compañera, le molestaba, hablaba mucho, sabía que no era muy buena en nada, había estudiado en su mismo curso en la Academia de Konoha. Tenía once años y por fin había conseguido ser Gennin, sin embargo, se encontraba en un equipo integrado por una chica que había recursado un año por falta de destreza y con un rubio tonto que sólo quería demostrar lo bueno que era. Obviamente no tenía nada que hacer contra un Uchiha como él, en su Clan era considerado un genio por haber activado su Sharingan a los seis años. Y aunque eso pasó, tuvo que esperar muchos años más para verse con su título de Gennin. Suspiró. Seguramente tendría que hacer todo el trabajo en las misiones.
-Oye... emm... Madara era tu nombre, ¿no? –le preguntó la chica acercando su rostro demasiado cerca del suyo, ¡estaba invadiendo su espacio personal! ¡¿Qué demonios le pasaba?!
-Madara-sama para ti, si no te importa –respondió con sequedad.
-Jajajaja –rió de manera estruendosa, molesta, pero al mismo tiempo le resultó sorprendente. Sus ojos brillaron más de lo que estaban hacía unos momentos, sus labios mostraron su blanca dentadura y se le formaron unos pequeños hoyuelos en sus mejillas que se sonrojaron a causa de la risa- ¿quieres que te llame "-sama" cuando eres más pequeño en altura y edad que yo? Jajajajaja, eres un encanto –le revolvió el pelo descolocándolo absolutamente.
-Oye Mebuki, no deberías molestarlo, es un Uchiha, los Uchiha se creen superiores en todo, puede que te haga un genjutsu para que escarmientes –dijo su tercer compañero.
Madara sabía que se llamaba Kizashi, conocía todo de los dos porque se había puesto a leer sus fichas antes de ese día, ojalá el papel también le hubiese aclarado que iba a tener que hacer uso de su gran paciencia para soportarlos.
El Uchiha seguía paralizado, su accionar era intolerable, pero ¿qué significaba?, nunca nadie lo había tratado de esa manera tan familiar, ni siquiera su padre o su hermano. Su madre había fallecido hacía varios años, por lo que en su casa se podría decir que faltaba ese "toque femenino" que al parecer existe en otros lugares. Él ya lo había notado en casa de su tía o en la de otros Uchiha. La parte femenina aportaba el cariño, la ternura y el soporte sentimental, o al menos eso imaginaba porque su padre no daba ninguna de esas cosas.
-No lo creo, Madara se portará bien de ahora en más porque es un respetable Gennin de Konoha, no dañaría a una persona indefensa como yo, ¿verdad?
Madara levantó la vista para volver a mirar sus ojos, brillaban a causa de su felicidad, algo que no conocía en demasía, había pasado toda su vida entrenando, no había tiempo para reír o ser feliz, tenía un deber para con su familia, su Clan y su Villa. ¿Se había llamado a sí misma indefensa?
-Si te crees indefensa entonces no deberías llamarte una Gennin, Haruno –contestó con sequedad. Tenía una voz profunda pese a su temprana edad y su rubio compañero sintió un escalofrío recorrer su espalda al escucharlo.
-Indefensa ante el Sharingan –se explicó ella sin perder su sonrisa- sinceramente no soy buena contra los genjutsus, siempre odie esas cosas, entiendo que es uno de los fuertes de tu Clan, pero me parece más fascinante el hecho de que puedan adelantarse a los movimientos o de que todos puedan usar el elemento fuego. ¡Cómo desearía poder usar un elemento!
Hablaba mucho, su tía también lo hacía, al igual que otras mujeres que conocía, ¿sería un factor común en ese género?, el pelo de la chica se movía libremente a causa del viento. Por un momento pensó que podría perderse observándolo, era un color extraño, en su Clan todos eran morochos, nadie poseía un color tan llamativo, debía ser molesto, más para ser ninja.
-Sólo déjame en paz.
Se alejó intentando no salir corriendo. ¿Qué pasaba?, ¿por qué todo lo que ella tenía le llamaba la atención?, nunca pensó que podría distraerse al ver cabellos siendo mecidos por el viento, o por el brillo de unos ojos. Ojos color grises, un color tan insulso y al mismo tiempo se veía hermoso en ella. Sacudió la cabeza confundido, algo no estaba bien con esa mujer.
Así la conoció y así empezó todo.

Los años pasaron y el equipo de Madara Uchiha se volvió famoso. Ni siquiera su sensei era tan bueno. No tardó demasiado en conseguir el título de Chunnin y luego de Jounnin. Mebuki también se hizo Jounnin para poder seguir estando a su lado ya que Madara había decidido ser un ANBU. Kizashi prefirió dedicarse a entrenar niños. Un trabajo aburrido y sin mucha emoción según el Uchiha, pero de todas formas no perdieron el contacto, era un buen amigo cuando lo conocías.
Con el tiempo empezó a comprender que esa emoción extraña que había sentido desde el comienzo por su compañera era amor. Se había enamorado de ella con sólo verla, y con cada día que pasaba, con cada misión, y con el pasar de los años se daba cuenta que ese sentimiento no se extinguía, sino que se hacía más fuerte. Mebuki se volvió una mujer hermosa, recibía la atención de muchos hombres en Konoha, pero ella no aceptaba jamás a ninguno. Nadie conocía su persona mejor que su compañero y mejor amigo Madara, pero no sabía si sentía lo mismo que él. Tenía miedo de que hiriera su orgullo.
-Ey, Mebuki...  -estaba recostado en el sillón, ella se encontraba a su lado sentada bastante concentrada mirando televisión.
-¿Si? –le respondió sin quitar la vista de la pantalla. Sabía que no le gustaba que la molestaran cuando veía ese aparato.
Esa noche se había quedado en su casa a ver una película. Ya tenían 18 años y Mebuki por tener una personalidad apasionada y algo rebelde había decidido vivir sola. Si no estaban en una misión, no había día en que Madara no fuera a visitarla con la excusa de entrenar.
-Noté que te trajeron unas flores hoy...
-Ah, sí, Kizashi me las regaló.
Algo golpeó su pecho con fuerza y no se trataba de un objeto físico. ¿Kizashi? ¿Qué pretendía ese idiota?, ¿cómo nunca había notado que él también podía sentir algo por ella? Se sentó de golpe, ella lo miró sorprendida. Se paró y la observó fijamente. Ella simplemente sonrió. Amaba esa sonrisa, demonios la adoraba con todo su ser.
-¿Qué pasa entre ustedes? –soltó sin poder contenerse.
-Madara, no pasa nada, Kizashi sólo me regaló unas flores.
-Quieres... -se aclaró la garganta ya que la primer palabra de su frase le sonó demasiado aguda- ¿quieres decir que sólo te hizo ese regalo, y no te preguntó nada?
-¿Te refieres si no me preguntó si quería salir con él como hicieron algunos de los chicos?
-Sí –odiaba a esos idiotas, en secreto se encargó de hacerlos sufrir un rato a través de un genjutsu luego de enterarse que le habían confesado su amor a Mebuki. Obviamente ninguno recordaba quién se los había hecho pero no olvidarían jamás las imágenes que les metió en la cabeza.
-No. ¿Algo más, Madara?
-No –volvió a sentarse. Ella sonrió nuevamente y fijó su vista en el televisor como si nada hubiese ocurrido. Madara tomó el control y apagó el infernal aparato, lo odiaba, sólo lo usaba de excusa para poder estar un rato más con ella y observarla de vez en cuando de reojo, pero en ese momento le molestaba que esa mujer no se tomara en serio sus preguntas ni comprendiera su preocupación.
-¡Madara! Estaba en la mejor parte...
-No me importa...
-¿Qué te sucede hoy?
Sus ojos volvían a mirarlo fijamente, su tierna sonrisa estaba aún dibujada en sus labios. Conocía sus facciones a la perfección, se había tomado el tiempo de memorizarlas. Sabía también qué le gustaba, qué le molestaba y qué la hacía llorar. No solía llorar y eso fue una de las últimas cosas que supo más íntimas de ella. Siempre mostraba una sonrisa y un humor excepcional, brillaba con luz propia, pero a pesar de esa gran fortaleza interna tenía su lado sensible. Amaba los animales y ver sufrir a alguno le destrozaba el corazón de una manera increíble. Madara se sorprendió muchísimo al descubrir que la mujer que no derramaba una lágrima por un humano muerto podía derramar miles por un ave con un ala quebrada.
-Nos conocemos desde hace mucho...
-Siete años, sí. Dos en ANBU...
-Sí... muchas misiones, ¿no?
-75 misiones realizadas con éxito sí, 31 en ANBU... -le gustaban los números, leer y escribir, eso también lo sabía muy bien.
-Sí... y a pesar de todo este tiempo, de nuestra amistad, tú... yo... nunca supe si...
¿Cómo decirlo?, ¿cómo expresarse?, se sentía tan estúpido, era un Uchiha, un orgulloso y fuerte Uchiha, uno de los genios de su generación, sin embargo tartamudeaba al hablar con ella cuando pensaba que era el momento de expresar sus sentimiento.
-Madara –la mujer se acercó y acarició su rostro con ternura- ¿qué pasa?
Ya no sonreía, la estaba preocupando. Observó sus labios y sintió que no podía soportarlo más. Cortó la distancia que los separaba y la besó. Ella se notó sorprendida al principio pero luego correspondió su beso.
Esa sería una noche que jamás olvidaría. La hizo suya, le pertenecía completamente y juró que jamás dejaría que nada le sucediera.
El problema fue su padre. No quería que su hijo estuviera con una mujer que no pertenecía a su Clan, estaba empecinado con emparejarlo con una Uchiha muy fuerte que sólo conocía por haber intercambiado unas palabras. Él no iba a dejarse influenciar por nadie ni nada en el mundo. Sabía a quién amaba y qué quería.
-Hermano –su hermano menor siempre había sido más sentimental que él y sabía que lo comprendería- tienes que ayudarme, no quiero estar con otra persona que no sea ella.
-Lo siento Madara, no puedo ayudarte con esto. Todos tienen muchas expectativas puestas en ti, es complicado, se supone que serías quien elevaría nuestro Clan al siguiente nivel, y bueno, con ese título lo más lógico sería que te casaras con una Uchiha.
-¡Dios!, suenas como los personajes de esas novelas románticas que lee Mebuki, no importa el Clan, no me importa qué les suceda, lo único que me importa es ella, y si soy el mejor es por su bienestar, no porque quiero a mi Clan.
-Que padre no te escuche decir esas cosas...
-¡Dije que no me importa! –barrió con su brazo un estante con algunas fotos familiares que salieron despedidas por los aires y cayeron al suelo, los marcos se quebraron al igual que los vidrios.
Madara se quedó mirando fijamente una foto en la que se hallaba su madre, sonreía pero no parecía feliz. Su padre ni siquiera ahí mostraba alegría. Él tendría unos tres años y su hermanito había nacido hacía poco.
-Ella lo entendería, porque nunca fue feliz, porque no le dejaron elegir...
-Madara...
Su hermano trató de tocar su brazo pero él lo rechazó y salió corriendo. Corrió y se alejó de ese lugar que detestaba. Sólo había un hogar para él y se encontraba donde estaba ella. Abrió la puerta de su casa y la encontró leyendo. Al verlo agitado y con expresión desolada, se levantó al instante y fue hacia él. Madara se dejó caer de rodillas, ella se puso a su altura y lo abrazó. No le dijo nada, sabía que él no lo necesitaba. Quizá ella también lo conociera a la perfección. Apoyó la cabeza en su pecho y se quedó allí, respirando su aroma que siempre calmaba su ser. La abrazó con fuerza, no quería soltarla, no quería que nadie la alejara de él jamás.
-Vámonos, podemos irnos lejos Mebuki.
-¿Qué?
-Huyamos de la Villa, podemos vivir en otro lado...
-Pero Madara, ser ninja es tu vida, adoras pertenecer al ANBU, te esforzaste tanto por entrar...
-No me importa, no quiero que te alejen de mí.
-Nadie me alejará de ti, cariño. Lo prometo.
Se quedó esa noche allí. Al otro día enfrentó a su padre nuevamente y éste aunque estaba furioso aceptó que estuviera con ella. Al fin y al cabo, ¿cómo iba a negarle algo a quien podría vencerlo antes de que activara su Sharingan?

AsesinosWhere stories live. Discover now