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Izuku

Mis sentidos lentamente empezaron a despertar.

Me siento mareado, mi cuerpo duele y nisiquiera puedo abrir mis ojos de lo cansado que estoy, pero... ¿Dónde estoy? Recuerdo que cuando estaba caminando hacia la estación, alguien me tomó por sorpresa, sentí un pinchazo en mi pierna y luego de eso ya no hay nada.

Hice un gran esfuerzo para abrir mis ojos, y al mirar hacia arriba vi que mis brazos estaban elevados por medio de mis muñecas, dolorosamente atadas con una soga unida a un gancho que me mantenía de pie, básicamente colgado. Duele demasiado.

Intenté soltarme, pero lo único que logré fue que mis muñecas empezaran a sangrar por lo ajustadas que están las sogas alrededor de ellas. Entonces me volví consiente de la situación y el pánico llegó a mí.

«¿Qué podrían querer de un médico mukosei? No tengo nada de especial para ser secuestrado» pensó. Y el cuerpo le tembló de pies a cabeza cuando una puerta frente a él se abrió; chillando por la falta de aceite.

—Ya despertó —rio un hombre hacia su compañera.

Ambos portaban unas extrañas máscaras por lo que no veía sus rostros, e Izuku no tardó en atar los cabos.

—Us-ustedes son los que están bajo los múltiples secuestros que han estado ocurriendo en Taezun... ¿No es así?

—Wow —ella comenzó a aplaudir—, alguien dele un premio al idiota.

—Dime, dulzura, ¿cuál es tu kosei? —cuestionó él.

Izuku quiso reír.

—No tengo...

La mujer frunció el ceño bajo su máscara.

—¿Qué?

—Soy un mukosei, no poseo una particularidad —volvió a repetir con voz temblorosa, tratando de mantener la calma, calma que se fue al ver a la mujer golpear a su compañero en el abdomen con fuerza.

—¡Idiota! Trajiste a un humano común y corriente, ¡¿qué carajos vamos a hacer con él si no sirve?!

—Y yo cómo d-demonios iba a saber —respondió tosiendo mientras colocaba sus manos sobre la zona afectada—. Quizá su cuerpo o sus órganos po-podrían servir.

Izuku jadeó.

—Uhm, tienes razón. Que más da. Si el jefe se entera será tu culo el que esté en problemas, no el mío. Congélalo —ordenó y salió de la habitación.

El hombre sonrió bajo su máscara, y tomando el mentón de Izuku con dos de sus dedos levantó ligeramente la manga de su polera negra.

—Lo siento, cariño, pero es por precaución. Para que no se te ocurra hacer alguna idiotez.

Soltó una especie de humo helado, invisible a los ojos de cualquier persona, que disminuía el calor corporal. Dejando en segundos al dulce médico jadeando y respirando erráticamente al sentir aquel frío recorrer cada parte de su cuerpo.

El hombre se burló de él y se fue tras su compañera.

Una vez solo, trató de controlar su respiración y el castañar de sus dientes, pero le era imposible. Sentía que moriría de hipotermia en cualquier momento, y no pudo evitar soltar unas cuantas lágrimas al recordar lo dicho por esos dos.

Quizá su cuerpo o sus órganos podrían servir.

«¿En serió voy a morir de esa manera?»

Con el corazón oprimido inmediatamente a su mente llegaron imágenes de la única persona que podría ayudarlo en estos momentos.

—Todoroki-san... —murmuró entrecortadamente antes de volver a perder el conocimiento.

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