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Izuku no fue consciente de en qué momento pasó de estar en el sofá, bebiendo una taza de té con Shoto, a estar sentado sobre su regazo mientras se besaban.

«Sus labios son tan suaves y adictivos que no quiero separarme de ellos jamás» pensó el dulce médico, acariciando las mejillas ajenas. Y al sentir cómo los fuertes brazos que rodeaban su cintura se apretaban, acercándolo aún más, soltó un suspiro ahogado por los labios contrarios y que pareció encantar al héroe.

Shoto se siente tan bien, y es tan cuidadoso... lo toca como si tuviera miedo a incomodarle; buscando su mirada como pidiendo permiso antes de rozar con sus manos o sus labios algún pedazo de su piel expuesta. Simplemente precioso.

Pero cuando sintió su mano derecha helada acariciar su espalda debajo de su playera y su mano izquierda cálida acariciar lentamente uno de sus muslos mientras nuevamente se besaban... se alejó.

Le dolió hacerlo ya que quería quedarse así por siempre, pero sus inseguridades pudieron con él.

—To-Todoroki-kun...

—Izuku, a estas alturas ya no vale la pena ser formales —jadeó.

El ojiesmeralda sintió que sus mejillas explotarían luego de escuchar tan atrevida confesión.

—Sho-chan... yo, lo siento, pero yo no...

—Tranquilo —sonrió, acomodándole la playera para luego acariciar una de sus mejillas; apartando algunos rizos de su rostro al colocarlos delicadamente detrás de sus orejas—, no tienes que darme explicaciones, Izuku. No haré nada que tú no quieras.

—N-No es que no me gustara, sino que aún no e-estoy listo.

—Lo entiendo, no te preocupes.

El ojiesmeralda escondió su rostro en su cuello, rezando a todos los Dioses o Diosas existentes que el héroe no sintiera cierta parte de su cuerpo... pero desgraciadamente lo hizo. Lo supo cuando le escuchó reír, acariciando sus rizos y besando su frente con cariño.
Ambos intentando calmar los acelerados latidos de sus corazones y sus erráticas respiraciones.

Entonces, Izuku, observó el reloj en la pared frente a él y vio que ya eran pasadas de las doce.

—¿Te... —aclaró su garganta—. ¿Te irás?

—¿Quieres que me vaya?

—No.

—Entonces, si tú así lo quieres, me quedaré contigo.

El médico asintió sin titubear, y Shoto volvió a sonreír pidiéndole que rodeara su cuello. Izuku, confundido, obedeció y de pronto se vio siendo alzado por el héroe, que lo sostenía de sus muslos, caminando en esa posición a su habitación. Riendo y besándose castamente en los labios como dos adolescentes enamorados.

Cuando recostó a Izuku sobre la cama, dudó en quitarse su ropa o no; cosa que el mayor de los dos notó al instante.

—Puedes hacerlo.

—¿Seguro? No quisiera incomodarte.

—Está bien, Sho-chan, en serio.

Su corazón latió con fuerza al escuchar nuevamente aquel apodo salir de sus labios, y aún de pie a un lado de la cama; se quitó primero su playera, dejándola en una silla que estaba frente a un escritorio al igual que su cinturón, y prefirió quedarse con sus pantalones puestos para luego sentarse sobre la suave superficie.

En ningún momento Izuku lo había visto. Es más, le estaba dando la espalda, y juraría que estaba completamente rojo.
Ese pensamiento le hizo sonreír al mismo tiempo que apagaba el velador de una de las mesas de noche —dejando que la habitación fuera iluminada por tenue luz natural de la luna al estar en un sexto piso— y se recostaba junto a la persona a su lado; que tímidamente volteó para acomodarse en su pecho como si fuera un gatito en busca de afecto. Hermoso.

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