Final. 36

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—¿Quién es la bebé más linda del mundo? —preguntó Masaru, en un tono muy agudo, dejando pequeños besitos en las manitos de su nieta.

—¡Ella lo es! —respondió Eijiro.

—¡Por supuesto que sí! —completó la madre del pelirrojo. Chillando juntos por lo adorable que se ve la pequeña envuelta en su mantita personalizada.

—Lamento eso —murmuraron Mitsuki y Katsuki a Izuku, quien se encontraba esperando a que el cenizo terminara de firmar los papeles que le permitirían abandonar el hospital; tanto a el como a su bebita.

—No se preocupen —rio por lo bajo—. Recuerda que ante cualquier signo sospechoso, tanto en ti como en Akane-chan, pueden llamarme y yo iré enseguida.

—Creí que vendrías con nosotros, Izuku-kun.

—Lo siento, Mitsuki-san, pero tengo mucho trabajo el día de hoy —sonrió apenado.

—Descuida —negó Katsuki, acercándose a su padre para tomar a su hija en brazos—. No te robaremos más tiempo.

—Muchas gracias por todo, Midoriya —Eijiro estrechó sus manos con una enorme y brillante sonrisa—. Nos veremos pronto.

—Claro que sí.

Los adultos se inclinaron en una reverencia y luego abandonaron la habitación, dejándole solo en aquel pasillo.

—Izuku —Yui llegó a su lado—. Menos mal que terminaste, necesito apoyo en urgencias.

—Me lo hubieras dicho —tomó los guantes que ella le dio—. Vámonos.

Un grupo de tres camilleros ingresó en la sala de manera violenta, con una pareja siguiéndolos de cerca, y juntos corrieron hacia ellos.

—¿Qué tenemos?

—Nakagawa Rui, niño de doce años.

—Estuvo involucrado en un tiroteo entre unos villanos y la policía. La bala está en su hombro derecho y no tiene orificio de salida.

—Perdió mucha sangre.

—Por favor... a-ayuden a nuestro hijo —suplicó el padre.

La madre se veía incapaz de soltar algo más que lágrimas y bocanadas de aire. Se siente más que culpable porque ella fue la que tuvo ganas de salir los tres juntos a una exposición de arte cercana a la calle donde se desató el conflicto. Aunque no fue algo que pudiera prevenir, igualmente la culpa en su corazón apreta como cadenas llenas de espinas.

—Descuiden, haremos todo lo posible, pero les pido que traten de relajarse. Ahora mismo llevaremos a Rui-chan a cirugía y ustedes deben esperar en la sala a la que mi compañera va a llevarlos, ¿sí? Todo estará bien.

Yui se acercó a la pareja y les ofreció unos pañuelos, acariciando sus espaldas y preguntándoles si les gustaría beber un poco de agua, al mismo tiempo que Izuku corría a la par de los camilleros a cirugía, con Nozomi pisando sus talones.

Gracias a ellos y el grupo de enfermería, la cirugía fue exitosa; teniendo unas cuantas horas después al niño despierto y tratando de consolar a sus padres.

—Lo siento mucho, bebé. Algo como esto no volverá a pasar... te lo prometo. Te amo tanto —repetía la mujer sin cesar. El niño volvió a acariciar una de sus mejillas, regalándole una sonrisita.

—También te amo, mamá, pero no fue tu culpa. Deja de llorar, por favor.

—Los niños tienden a recuperarse más rápido que los adultos —añadió Izuku—. No hay nada que temer.

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