01| Estrategia, amor, traición

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—Perdona, ¿puedo sentarme? —preguntó una voz. Félix levantó la cabeza del libro que estaba leyendo y se quitó un auricular por el que escucha I bet my life. Era la segunda parada del recorrido del autobús y quedaban muchos sitios libres. Miró a la adolescente de ojos oscuros con mala cara, pero ella no se inmutó. Siguió señalando el asiento a su lado con una sonrisa.

—Como quieras —masculló. La chica se quitó la mochila del hombro y se sentó tan rápido que algunos mechones de su cabello fueron a parar a la boca de Félix. Los escupió.

—Perdona —se disculpó la extraña. Se recogió un mechón de pelo tras la oreja. Tenía el pelo cubierto de gotas de agua estancadas, pero Félix no supo distinguir si las del mechón eran de su saliva o de la lluvia—: Por cierto, me llamo Harper.

Harper estiró el brazo y le ofreció la mano a Félix. Se giró en el asiento, de forma que sus rodillas chocaron contra las de él. Félix se apretujó un poco más contra la ventanilla, ignorándola, con la cabeza gacha y centrado en su libro. Entre ellos había cinco centímetros de distancia y no le parecían suficientes.

Por el rabillo del ojo vio que, tras quince segundos, Harper bajaba el brazo y se volvía de cara al frente, disgustada. Le dio un poco de pena. Odiaba que le diera un poco de pena. Hubiera preferido no sentir nada.

—Félix —murmuró por encima de la música. Ojalá no le hubiera escuchado. A sí estaría conforme con su conciencia y con no tener que hablar con ella. Sin embargo, la desconocida volvió a girarse hacia él y volvió a sonreír.

—Encantada de conocerte, Félix. ¿Qué lees?

Le mostró la portada de su libro. Siguió leyendo en silencio, apoyándose en el cristal de la ventanilla.

Amanecer rojo —leyó—: ¿De qué va?

Félix respiró hondo, tratando de calmar las ganas que le habían dado de gritarla, por si no hubiera hecho demasiadas preguntas ya. Tenía toda la pinta de no haber conocido a nadie que leyera en toda su vida, o sabría que odiaba que le interrumpieran.

Aún así le mostró la contraportada del libro, donde estaba escrita la sinopsis. Ella inclinó la cabeza para leerla.

—Estrategia, amor, traición —susurró—. Tiene buena pinta.

Él asintió. Hubo dos segundos de silencio. Las hojas de los árboles al otro lado de la ventanilla se volvían más brillantes y el agua lavaba el cemento de las carreteras.

—¿A qué escuela vas? —volvió a preguntar Harper. Los árboles y los colores del cemento dejaron de parecer brillantes. Félix apretó la mandíbula. «Aguanta», se dijo; «en seguida se bajará».

—¿Por qué quieres saberlo?

—Soy nueva en la ciudad.

—¿Y?

—Por si vamos al mismo.

Félix suspiró.

—Al Hills School —contestó—. El instituto público.

Durante veinte segundos, Harper no dijo nada. Ni siquiera habló. Solo se le quedó mirando, expectante, hasta que volvió a abrir la boca.

—¿Y no quieres saber a cuál voy?

—No.

—¿Por qué no?

—Por qué no me interesa.

Silencio.

—Yo también voy a ir al público. Empiezo el lunes.

Félix no dijo nada. No le importaba. Volvió a concentrarse en la lectura.

A 5 centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora