14| No hay vuelta atrás, gallina

6.5K 947 589
                                    

Aquella mañana de miércoles, Félix trató de aparentar normalidad, pero en el fondo se sentía como una sombra atada a los tobillos de Harper, irremediablemente arrastrada por sus movimientos. «Si fuera la sombra de Peter Pan», pensó, «podría escapar».

Estaban de camino a la biblioteca. No tenían clase a primera hora y en el patio el aliento y la nariz se les congelaba. Lia seguía temblando después de haber intentando permanecer fuera más de diez minutos.

—Creo que no volveré a recuperar la sensibilidad en los dedos.

—No seas exagerada —criticó Harper.

—¡Lo digo en serio!

Sus pasos resonaban por el pasillo cuando se encontraron a Noah y su grupito. El chico solitario no pudo evitar intercambiar una mirada con él, que, con un gesto de los ojos, le apremiaba a cumplir su parte del trato, mientras rodeaba la cintura de Kylie con un brazo y lanzaba miradas de soslayo a Jessica. Revisando todo el pasillo, Félix encontró unos baños a pocos metros.

—Ahora vuelvo, id yendo vosotras —propuso. No dio tiempo a sus amigas a asentir.

Entró en los baños y apoyó las manos a los lados del lavamanos. Agachó la cabeza, con la respiración repentinamente agitada. Se deshizo de sus auriculares de un tirón antes de guardárselos en el bolsillo del abrigo. No tardó mucho en abrirse la puerta. Por el reflejo del espejo vislumbró una cabellera rubia en movimiento. Cerró los ojos con fuerza, y se echó agua en la cara. Cuando volvió a abrirlos, Noah le esperaba de brazos cruzados contra la puerta de uno de los baños. Le miró de reojo a través del cristal del espejo.

—¿Qué quieres, Noah? —preguntó.

—Que cumplas tu parte del trato.

—He cambiado de opinión —contestó. Se incorporó. Le miró a los ojos.

—No puedes cambiar de opinión, Garber —replicó, acercándose para aprisionar a Félix contra los lavamanos. Curvó la espalda para mirar a Noah a los ojos, clavándose la esquina en el lumbar.

—¿Por qué no?

—Porque ya has aceptado. No hay vuelta atrás, gallina. No puedes acobardarte, me dan igual tus razones. Vas a hacerlo —sentenció, tan cerca de Félix que los escupitajos que disparaba al hablar le bañaron la retina. Se los secó restregando la manga de su abrigo por la cara.

—He dicho que no, Noah. ¿Qué me vas a hacer si no rompo con tu novia? ¿Pegarme? Eso ya lo has hecho.

—Puedo hacer mucho más que pegarte, Garber, créeme. Puedo arruinarte la vida hasta que estés solo y miserable —replicó, estrujando la sudadera de Félix en un puño.

Mantuvieron las miradas fijas el uno en el otro en un duelo silencioso, hasta que el sonido de una cadena les interrumpió. Ambos giraron la cabeza para observar a un chico salir de uno de los cubículos del baño. En silencio se lavó las manos y se marchó de allí sin dirigirles ni una sola palabra.

Retomaron su conversación en cuánto la puerta se cerró.

—Eso ya lo hiciste, ¿recuerdas? No te tengo miedo —aseguró Félix. Pero las náuseas de su estómago y la agitación de su corazón indicaban lo contrario. Se preguntó si Noah podría sentir los latidos golpeándole las costillas a través de la sudadera que mantenía sujeta.

—Deberías.

Le soltó de un empujón y se marchó hacia la puerta. Antes de irse, añadió:

—Rompe con Kylie, Félix, y todo te irá bien.

Su tono de voz había cambiado al de alguien que recitaba un ultimátum con pena y pesar. No pudo evitar fijarse en que, por primera vez, le había llamado por su nombre de pila.

A 5 centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora