13| Esperaba que no llamaras

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Era un único mensaje en una conversación olvidada, borrada y archivada, pero leerlo fue como golpear un aparato antiguo con el fin de hacerlo funcionar de nuevo. Los engranajes oxidados de Félix empezaron a moverse otra vez, primero lentamente, y luego a toda velocidad.

Salió de WhatsApp en cuanto procesó el mensaje y fue hasta contactos. En realidad, hacía no tanto se había aprendido su número de teléfono de memoria, pero no quería correr riesgos.

Su teléfono empezó a sonar.

A cada pitido, el nerviosismo de Félix se hacía más grande, hasta que estuvo seguro de que le haría explotar. Empezó a dar vueltas por su habitación. Le dio golpecitos nerviosos a la funda de su teléfono y golpeó el suelo con la punta del pie repetidas veces hasta que por fin cogió la llamada.

—¿Qué pasa? —preguntó, impaciente, en cuanto escuchó la respiración cortada de la persona al otro lado de la línea. Pero era solo eso; una respiración entrecortada, no una voz.

—¿Hola? ¿Kylie? ¿Estás bien? —preguntó, desesperado y al borde de la histeria. Su corazón empezó a martillearle contra las costillas. Sus latidos acelerados iban acordes con la respiración que se oía al otro lado de la pantalla del teléfono.

—Sinceramente, Garber, esperaba que no llamaras —habló la voz al otro lado. Solo que no era la voz de Kylie, dulce y femenina. Se quedó de piedra cuando comprendió qué había ocurrido.

—¿Qué pasa, Garber? ¿No vas a saludarme? Supongo que esperabas a mi novia, ¿no? —preguntó Noah, burlón.

—Voy a colgar.

Félix no sabía por qué le había advertido. Quizás una parte inconsciente de él quería darle la oportunidad de explicar por qué había hecho que lo llamara a través del teléfono de Kylie. Se sentó en la silla de su escritorio.

—Espera. Creo que te interesará saber lo que tengo que contarte.

—¿Por qué crees eso? —replicó, con voz gélida.

—Porque es sobre tu amiguita Harper —respondió. El asqueroso de Noah había retorcido la última palabra hasta hacer que pareciera una provocación lujuriosa y posesiva. Al escucharle, Félix se tensó como lo haría un depredador dispuesto a saltar sobre su presa. Esperó a que siguiera hablando, apretando la mandíbula de tal forma que estaba seguro que Noah podía oír el chirrido de sus dientes.

—Oh, veo que eso sí te interesa —dijo. El chico solitario pudo visualizar la sonrisa retorcida de placer que estaría esbozando en ese momento—. Pero antes, ¿no quieres saber cómo es que tengo el móvil de Kylie?

Félix oyó los muelles de una cama y el golpe sordo que hace un cuerpo al caer sobre una superficie mullida.

—No.

—Te lo voy a contar igual —fardó—. Resulta que estoy en su casa. Tú has estado, ¿verdad?

—Sí.

—Es muy grande. Bueno, obviamente, yo también había estado antes. Pero no aprecias todos los detalles de una habitación hasta que te acuestas con su ocupante y ella se va a la ducha a limpiarse el sudor, ¿no crees?

Félix se tensó aún más ante el tono de suficiencia de Noah, al escucharle hablar de Kylie como si tan solo fuera un pasatiempo. Seguramente estaría sobre la cama de más de un metro de ancho de Kylie, tumbado con una mano detrás de la cabeza, mirando por el ventanal con tan solo unos boxers negros tapándole.

—No sabía que eras virgen, Noah. Creía que esa sensación la habrías experimentado hace un tiempo —se burló, aparentando tranquilidad. Funcionó; el tono de Noah se volvió más tenso.

A 5 centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora