37| Cuando no te das cuenta

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El instituto sin Harper resultaba una tortura.

Por la mañana no había cogido el autobús. Ignoraba si lo había cogido antes o después. Solo sabía que la había buscado al llegar a su parada y que no la había encontrado. «Mejor así», se dijo. Pero no se lo creyó, porque en el fondo se había sentido desilusionado.

Cuando entró en el instituto y vio que ni Lia ni Nix le esperaban apoyados en la puerta, fue otra desilusión. En lugar de sus amigos, pegado en el muro, había un cartel.

BAILE DE SAN VALENTÍN

El día 14 de febrero, de 19:00 a 23:00, el instituto Ashterdon celebrará el baile de San Valentín en el gimnasio. Recomendado ir con pareja. 5 euros la entrada.

—Maravilloso. Ahora celebramos San Valentín.

Siguió caminando y no se detuvo hasta llegar a la biblioteca.

—Buenos días, señorita Mane —saludó al entrar. Como siempre, la bibliotecaria leía detrás de su escritorio, con sus gafas de gato amarillo agrandándole los ojos.

—Buenos días, Félix. —Levantó la vista de sus libros y frunció el ceño—. ¿Hoy no traes contigo a Harper?

Se le contrajo el estómago y se le secó la garganta.

—No —balbuceó—. Hoy no.

—Es una pena. Creo que le gustas, ¿sabes? No cualquiera viene a la biblioteca y se queda mirándote toda la hora mientras lees.

La señorita Mane le guiñó un ojo y siguió leyendo. No había estado tan ajena a sus conversaciones como ellos creían, entonces. «Creo que le gustas». «Mirándote toda la hora mientras lees». Esas palabras agujereaban su corazón y le provocaban hemorragias internas.

Se sentó en el suelo, contra la estantería. Su idea había sido seguir leyendo, pero la bibliotecaria le había quitado todas las ganas. Apoyó la cabeza contra la estantería y cerró los ojos. Subió el volumen de su música, y en cuanto terminó la canción que estaba escuchando, empezó Princesas. Apretó los ojos, furioso porque todo el mundo tuviera que recordarle a Harper.

Primero su falta en el autobús, después el cartel del baile, la señorita Mane y ahora sus propias canciones. Parecía una especie de complot para torturarle.

Pero no se saltó la canción. Subió el volumen y se hundió en la melodía favorita de Harper.

Estaba tarareándola con los ojos cerrados cuando notó cómo alguien caía a su lado. Abrió los ojos para encontrarse con una cabellera rubia, que para nada olía a mandarinas. Volvió a cerrarlos, porque la desilusión había vuelto a carcomerle las entrañas.

—¿Cómo me has encontrado? —Era una pregunta estúpida.

—Félix, eres súper predecible. El día que no huyas a la biblioteca a esconderte del mundo será un reto encontrarte.

—¿Qué quieres, Lia?

—Hablar.

—¿Sobre qué?

—Sobre el baile de San Valentín, ¿tú que crees?

—Que es una auténtica gilipollez a la que no voy a ir.

—Idiota. Sabes perfectamente que estoy aquí para hablar sobre Harper.

—Pues habla.

Apretó los auriculares contra sus oídos y subió el volumen de la música. A Lia no le hizo gracia, porque se los desenchufó del móvil, haciendo que la música parara de golpe.

A 5 centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora