19| Si te gusta perder el tiempo con cosas incomprensiblemente bellas

6.1K 849 461
                                    

Harper
Ey, Félix, ¿a que hablas conmigo?

Tuvo que leer ese mensaje de Harper tres veces antes de darse por aludido y teclear una respuesta rápida.

Félix

¿Por qué?

Harper
Mejor te llamo. Es más fácil.

En cambio, Félix prefería hablar por chat, tener tiempo para pensar las respuestas a sus preguntas y borrar los mensajes que no quería que leyera. No escuchar la voz tan alegre de Harper, y que ella no prestara atención a cada uno de sus balbuceos incoherentes y su tono de voz asfixiado. No le había dado tiempo a decírselo cuando le saltó una llamada entrante.

—¿Cómo me tienes agendada? —fue lo primero que le preguntó en cuanto deslizó el botón verde. Fue a tumbarse sobre su cama.

—Harper —contestó.

—¿Ya está? —Por su tono de voz, Félix pudo adivinar que estaba frunciendo el ceño—: ¿Ni un emoji ni nada? Que soso.

Se encogió de hombros antes de darse cuenta de que Harper no podía ver sus movimientos.

—Puede —dijo.

—Pues yo te tengo como Félix Tío Gótico —rio.

Eran casi las seis de la tarde y el cielo empezaba a teñirse de rosa y añil. Salió de su cama, se puso una sudadera —no quería volver a ponerse enfermo— y en pantuflas y pijama salió a observar la puesta de sol. Las nubes estaban teñidas de colores rosas y naranjas, y el cielo de líneas invisibles y torcidas que formaban un degradado de azules en el horizonte de la ciudad.

—¿Por qué querías hablar conmigo? —preguntó, una vez en el balcón. Tardó en recibir respuesta.

—Me aburría. Quería hablar con alguien.

—¿Y por qué conmigo y no con Lia?

—¿Por qué no contigo?

Se hizo el silencio entre ellos. Félix era una sombra en la paleta de colores del atardecer, apoyado sobre las barras metálicas del balcón, con su sudadera negra y su pantalón de cuadros que iban del blanco al negro sin ofrecer ningún color concreto. Mantenía el móvil de carcasa negra sobre su oreja, la vista de ojos perdidos sobre el horizonte, un brazo despreocupado sobre el abismo de la altura y mechones de cabello ocultando parte de sus facciones.

El sol se fue ocultando hasta dejar medio cielo de azul marino y una débil franja en el oeste de color mandarina.

Harper olía a mandarinas todas las mañanas.

—¿Qué haces? —cuestionó ella.

—Ver la puesta de sol.

—¿Es bonita?

—Depende de si te gusta perder el tiempo con cosas incomprensiblemente bellas.

Una débil risita atravesó el tímpano de Félix al otro lado de la línea.

—¿Alguna vez usas expresiones y palabras normales y corrientes?

—No.

—¿Por qué no?

—No es una forma bonita de perder el tiempo.

—¿Y qué sí lo es, aparte de observar los atardeceres?

Félix se encogió de hombros.

—No sé. Los detalles que nos rodean diariamente. A los que nos hemos acostumbrado tanto a ver que ya no notamos que son bonitos.

A 5 centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora