18| Excusas de acosadores: volumen I

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Este capítulo se escucha con la canción Implicit Demand for proof, de Twenty One Pilots, en el momento en el que se menciona en la historia.

No volvieron a ver a NH hasta la próxima clase de filosofía, el miércoles por la mañana, después de pasar la primera hora en la biblioteca y de que Lia volviera a desaparecer a la mitad. NH se sentó al fondo del todo, en una esquina, fundiéndose con las sombras del rincón que hacían juego con sus ropas en blanco y negro. Mantuvo la cabeza gacha y sus vórtices de pelo oscuro le ocultaban el rostro. Cuando terminó la clase, se mantuvo quieto mientras todos los demás alumnos abandonaban la sala como los granos de un reloj de arena; amontonándose en la entrada. Solo Harper y Félix, que tenían un misterio que resolver, se quedaron a hacerle compañía, en silencio, mientras que por los auriculares blancos de él sonaba Implicit Demand For Proof, de Twenty One Pilots.

—Deberíamos ir a hablar con él —susurró Félix, mirándole.

—No. Tú deberías ir a hablar con él —replicó Harper, haciendo énfasis en el «tú». Sonrió con su sonrisa de medio lado y añadió—: Al fin y al cabo, es tu acosador, no el mío.

Antes de que le diera tiempo a detenerla, Harper ya se había marchado del aula, dejando a Félix para que se las apañara él solo.

—Mierda —masculló. Inspiró hondo, absorbiendo por las fosas nasales el valor que le faltaba para acercarse a NH, y el aroma a champú y mandarinas que Harper había dejado a su paso.

Se levantó y avanzó a trompicones vacilantes hasta la mesa del retratista, sin atreverse aún a abrir la boca, pues sabía que lo más parecido a una palabra que consiguiera emitir sería un mugido bochornoso.

NH no levantó la mirada de su cuaderno de dibujos manchado de negro hasta que Félix le tapó la luz. Entonces alzó la vista por encima de sus cejas espesas y le observó con pereza.

—Me tapas la luz —observó. La nuez de la garganta de Félix bajó y subió cuando tragó saliva. Trató de concentrarse en la melodía de la canción y en la pregunta que le quería hacer.

—¿Cómo te llamas? —preguntó, sin apartarse. NH siguió mirándole como si fuera un obstáculo que tenía que analizar para seguir su camino.

—Esa no es la pregunta adecuada —respondió, moviendo las comisuras de sus labios de un rosa apagado.

Félix parpadeó, indeciso.

—¿Y cuál es la pregunta adecuada? —tartamudeó.

—Ah, te creía más listo. ¿Qué gracia tiene si no la adivinas tú?

NH volvió a bajar la vista, y sus ojos quedaron ocultos por los rizos de pelo nocturno que le cayeron sobre la frente y que no se molestó en apartar. Empezó a repasar el dibujo que estaba haciendo. Parecía que ni siquiera se esforzara, como si su brazo y mano fueran un ente diferente al resto de su cuerpo que pensara y actuara con libre albedrío. El dibujo fue tomando forma y fuerza. Félix pudo distinguir la forma de un ojo antes de volver a hablar.

—¿Quién eres? —volvió a preguntar. Con la punta del lápiz dibujó la curva de una sonrisa, y con el dedo le puso sombra al hoyuelo entre la nariz y el labio superior. El retrato eran partes sueltas de una persona inacabada. La canción estalló.

—Esa pregunta se acerca más —respondió NH, perdido en el papel.

Félix siempre había querido saber dibujar. Empezó la letra de la canción.

—¿Por qué me diste mi retrato? —intentó. NH se alejó del dibujo para observarlo de lejos, con expresión analítica. Le recordó a la forma en la que Lia había mirado el retrato de Félix en el comedor.

A 5 centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora